Domingo XII del Tiempo Ordinario, Ciclo A

PANDEMIA

Padre Pedrojosé  Ynaraja  Díaz

 

Nunca hubiera imaginado experimentar una pandemia. Ya dije en otra ocasión, que epidemias, sí que había conocido y seudoepidemias también. Aparentemente serían lo mismo, pero en pequeña escala. Me estoy refiriendo a la de la viruela, del tifus exantemático o de la tuberculosis. De esta última, el fenómeno que hoy tanto se repite, los asintomáticos del coronavirus, tan peligroso, se nos advierte, nadie hablaba. Un especialista, muy especializado en enfermedades pulmonares, me decía un día que del bacilo de koch, de su intromisión en el organismo, más o menos victorioso o derrotado, los que en España vivimos la etapa de la postguerra civil, casi nadie se había salvado. El ignorarlo pudo ser peligroso, pero nos libró de  obsesivas vivencias, malignas siempre.

Las pestes medievales fueron trágicas. Proporcionalmente, sus males semejaron a los de una pandemia hoy. Sabemos que se vivieron entremezcladas con problemas de Fe. Que unos obsesionados por la posible condenación eterna y otros entregados a la práctica de la Caridad, nadie fue indiferente. El libro del Apocalipsis, libro de esperanza, que lo es, fue en cambio amenaza de castigo.

Hoy del fenómeno de la pandemia se ha adueñado la autoridad política, que ha establecido “normas de obligado cumplimiento” sin explicaciones pedagógicas. Advirtiendo, eso sí, de posibles multas. Muy propio de quien manda, sin tal vez ser capaz de gobernar.

¿y cual ha sido el comportamiento de la clerecía? ¿Qué instrucciones ha dado? ¿Cómo ha iluminado la situación?. La aparición de las misas trasmitidas por TV, de diferentes técnicas de mejor o no tanta perfección, ha sido la casi única respuesta. Lo advertía hace pocas fechas, la Eucaristía es una celebración, puede ser también motivo o llamada a la adoración y súplica, pero no objeto de simples miradas.

Por muchas que hayan sido las retrasmisiones, proporcionalmente han sido pocas, respecto a la imposibilidad de celebrar misa tantos sacerdotes. Y los fieles tenían prohibida la asistencia, allí donde podía existir, de manera que semejaban ceremonias clandestinas.

Leyendo el Martirologio Romano, se entera uno de santos reconocidos que fueron víctimas de la asistencia a los enfermos. ¿podrán los futuros manuales recoger testimonios de santidad amasados en los actuales tiempos? Sin duda, sí. Más  en unos que en otros sitios, sacerdotes, religiosos y religiosas y seglares comprometidos han muerto. No han faltado, pues, los mártires

Me siento con frecuencia avergonzado. No he salido de casa en este tiempo. Cuando apesadumbrado examinaba nuestra conducta, no sólo la mía, pero especialmente sí, he descubierto, internet iba dictando estadísticas. Y por aquí y por allí, en el Primer y el Segundo mundo, han muerto sacerdotes víctimas de la pandemia. En el Tercer Mundo seguramente ha sido más patente. En la amazonia su testimonio ha sido exponencial. Han enmudecido los medios, o tal vez han sido acallados, pero Caritas, residencias de acogida religiosa, coherente con su Fe tantos sanitarios, y muchas ONG, han sido fieles ejemplos. Lo han sido tanto y tal ha sido el ahogo de su ejemplo, que ha obligado a que fuera reconocido por las más altas autoridades civiles. Las medianas, de acuerdo con su mediocridad, no han dicho nada, más que avergonzados de ello, no dejando escapar la oportunidad de seguir las consignas partidistas.

A la clerecía, de anciana edad en muchos casos, se nos ha advertido: ten mucho cuidado, estas en riesgo, ¿te encuentras bien?. ¿eres cristiano santo?

La vocación del sacerdote diocesano, decía el primer día, debe oscilar entre la del misionero y la del monje. Descubría ahora que también participaba hoy de la del eremita.

Al monje y al eremita se le pide: reza por mí. Ofrece tu ayuno y oración por nuestro mundo. No escuchamos tal súplica.

No oigo que me digan: sé santo, vuelvo a repetir. Intercede. No nos olvides ante Dios. Se nos dice: ¡cuídate!. No puedo decir que sea incorrecta tal advertencia. San Pablo les dice a los gálatas:. Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo…. Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo. (Ga 1,1-2).

¿qué tiene que ver lo que he escrito con el contenido del texto evangélico de la misa de este domingo?

No voy a trascribirlo yo ahora.

El Señor invita a vivir siempre la confianza en Dios. La que hoy tanto nos falta.

Los testimonios que nos ha dado el Papa Francisco, sus sacrificios y oración, han sido inmejorables.

Seamos fieles. Todavía no se ha dado por extinguida la pandemia. 

Más que temer el rebrote, abonemos el terreno en el que debe germinar la Fe, que no ha muerto. A Dios gracias.