ENVÍO Y ACOGIDA
Domingo 13 del Tiempo Ordinario. A
Un matrimonio de Sunén suele recibir al profeta Eliseo y decide preparar una
habitación en la terraza de su casa para
recibirlo cada vez que pase por allí.
La hospitalidad
hacia el profeta recibe de Dios el premio de una fecundidad siempre esperada. Aconsejado por Guejazí,
su criado, Eliseo promete a aquel matrimonio que el año próximo por la misma
época, la mujer estaría ya abrazando a un hijo (2 Re 4,8-14).
En el evangelio de este
domingo se recuerda el discurso de
misión que Jesús dirige a sus apóstoles (Mt 10,37-42). En él se incluyen siete
observaciones importantes. Son cuatro advertencias sobre el desprendimiento que se pide al enviado y tres gestos de hospitalidad que se esperan
de una comunidad cristiana ideal:
- Habrá de acoger a
los enviados como si acogiera al Señor que los envía.
- Habrá de recibir a
los profetas, no solo por cortesía, sino tan solo por ser profetas.
- Habrá de mostrarse
siempre hospitalaria con los discípulos del Maestro.
EL JUSTO
Estas
observaciones se refieren a la persona
de Jesús. Así lo indica el estribillo que
se repite al fin de casi todas las indicaciones. “El que no me sigue no es
digno de mí”. “El que pierda su vida por mí, la encontrará”. “El que os recibe,
me recibe a mí”.
Es Jesús el que habla. Es Él quien motiva las
decisiones radicales del creyente. Es Él el único por quien se puede entregar
la vida. Es Él quien es recibido cuando se recibe a sus mensajeros y a sus discípulos.
Solo hay
una frase que constituye la excepción y no incluye una referencia explícita a
Jesús: “El que recibe a un justo por ser justo, tendrá paga de justo”. Esta
frase parece ser el resumen de todas las demás. ¿No habría que escribir con
mayúscula la última palabra? Quien recibe a un justo, recibirá la recompensa
del Justo que con él se ha identificado.
EL ENVIADO
El verbo “recibir”
aparece muchas veces en la boca de Jesús, como un eco de la hospitalidad, propia de su pueblo. Y un signo
del reino de la gratuidad que Él anunciaba.
• “El que
os recibe a vosotros, me recibe a mí”. Con estas palabras, el Maestro se
identifica con sus apóstoles. E invita a las comunidades de la segunda hora a
no mirar con nostalgia los tiempos de la primera comunidad. No tuvieron más
privilegio los que oyeron a Jesús que los que en el día de hoy prestan atención
a sus enviados.
• “El que me recibe a
mí, recibe al que me ha enviado”. Con esta expresión el Maestro se identifica
con el Padre celestial. El que envía es a su vez un enviado. Pide fidelidad a
la misión, porque Él ha sido fiel a la misión que le ha sido confiada. También hoy, quien cree en Jesús no se aleja
de Dios, sino todo lo contrario.
- Señor Jesús,
sabemos y confesamos que tú has sido enviado por el Padre celestial. Creemos
también que nos envías a nosotros por los caminos del mundo para anunciar con
fidelidad tu mensaje de salvación. Y queremos ser conscientes de que la
hospitalidad que recibamos se debe solamente a ti.
José-Román Flecha Andrés