PERDER Y
ENCONTRAR LA VIDA
Domingo
13º del Tiempo Ordinario. A
28 de
junio de 2020
“El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida
por mí, la encontrará”
(Mt 10,39)
Señor Jesús, tú sabes que
no deseamos perder la vida. Casi todos nos hemos lamentado alguna vez del tipo
de vida que nos ha tocado llevar. Hay muchas vicisitudes que nos inducen a
pensar que es demsiado pesada para nuestras fuerzas.
Enfermedades recurrentes o
incurables, una herencia desafortunada, malos ejemplos y presiones sociales que
nos llevan por mal camino, tentaciones que no hemos sabido o querido evitar,
desastres naturales o epidemias inesperadas. Hay muchos factores que pueden
hacer lastimosa nuestra vida.
Sin embargo, nos cuesta
admitir que una parte de los motivos que determinan una “mala vida” depende de nuestra frivolidad, del mal uso de
nuestra libertad, de nuestras opciones equivocadas. Tendríamos que admitir que
“la miseria de esta vida es la realidad engendrada por nuestros pecados”, como
ya escribía san Agustín.
Tú nos dijiste que podemos
encontrar la vida o perderla por ti. Con
frecuencia tratamos de encontrarla y organizarla nosotros solos. Pretendemos darle
sentido por medio de nuestras opciones y nuestras acciones, más o menos brillantes.
Pero, después de
invitarnos a dejar todas las cosas para seguirte con libertad y generosidad, tú nos indicas el
horizonte de la entrega de la vida misma. Es evidente que te refieres a la
necesidad de llevar nuestro testimonio hasta el final. Solo en este caso encontraremos de verdad la
vida.
Con razón escribía el
mismo san Agustín que “en esta vida mortal, tan llena de errores y miserias nos
es necesaria la fe, por la que se cree en Dios”.
No queremos ni debemos
despreciar la vida. Pero tendremos que aprender a recibirla y apreciarla como
un don. Y recordar que, por encima de todo lo que hemos conseguido a lo largo
de nuestra vida, está la fidelidad que tú nos pides. Tú, que eres la Vida
de nuestra vida. Amén.
José-Román
Flecha Andrés