Domingo
Tiempo Ordinario XIII-A
LO
ELEMENTAL Y LO FUNDAMENTAL-
Padre Pedrojosé
Ynaraja Díaz
A quien escribe y da noticia de lo que redacta, se le otorga más
categoría que al que habla bien y hace el bien, sin que deje rastro de lo que
practicó en archivos o bibliotecas. Tal opinión mía, viene a cuento de que en
la primera lectura de la misa de este domingo, el protagonismo lo tiene Eliseo,
un gran profeta que la Biblia cita en 57 ocasiones, discípulo que fue del gran Elías, pero menos conocido que Isaías, por ejemplo.
Advierto que tal es la costumbre de este nuestro mundo occidental. No se olvide
que nuestro personaje es reconocido por judíos, musulmanes y cristianos.
En el momento que ocurre el suceso, nuestro personaje, en el terreno social,
es un migrante, como tantos los hay hoy, desplazándose sin rumbo fijo, a la
buena de Dios, y nunca tan bien empleada la expresión.
El segundo del reparto es una anónima señora rica. Burguesa ama de
casa, como una de tantas que vivirían por aquel entonces, como ahora continúan
existiendo. Ni atractiva belleza, ni simpatía, ni habilidad de cualquier género
que pudiera gozar, nos las señala el texto. Nos relata únicamente una cualidad,
ella, los suyos y el domicilio, goza de la virtud de la hospitalidad.
Invita con frecuencia a comer al que ha descubierto es un hombre de
Dios. Llegado un día no se contenta con ello, comparte sus inquietudes con su
marido, se ponen los dos de acuerdo y le preparan un acogedor ático en su misma
casa, para que disponga de él a su gusto. La buena señora cree en Dios y
observa a los hombres con esperanza. Descubre quien cumple una vocación
superior, distinta del que pudiera ser un inoportuno okupa.
Amor con amor se paga, dice el proverbio. Eliseo cumple con ello. Al
don de habitación y sustento que le han ofrecido, corresponde con la
intercesión ante Dios, para que le conceda lo que más desea el matrimonio, que
ya ha pasado la época de la posible fecundidad, un hijo.
Desde la puerta y anunciándoselo con un año de anticipación, lo
tendrá. El detalle de la distancia y el tiempo que pasará, elimina toda posible
sospecha de adulterio.
Hospitalidad y generosidad. Dos radicales virtudes. Que cada uno de
nosotros se examine hoy.
El evangelio de Mateo que incluye la misa de este domingo, se refiere
a semejantes actitudes con aun mayor radicalidad. Jesús exige a los suyos una
lealtad superior a la que merece el padre la madre, el hijo o la hija. No se
trata de que quiera exaltar su ego y detestar el valor del parentesco. Sabemos
que quien ama a Dios, cuanto más le ama, más favores puede impetrar y conseguir
para los suyos.
No voy a misa este domingo porque vienen de visita unos parientes,
dicen algunos. Pues precisamente porque vienen, deberías acercarte más
estrechamente a mí, para que a ti y a los tuyos, os obsequie con mayor cariño,
dice el Señor.
Quien da con generosidad y Fe nunca se equivoca. El que pide puede ser
un fresco abusón, allá él con sus vicios y pecados.
Si te piden un vaso de agua no les indiques donde está la fuente. Quien
tiene necesidad, bueno será que le dirijas a Caritas o a la ONG más oportuna,
sin que por ello le despidas sin haberle ofrecido lo más oportuno del momento.
No te rías de antemano, tu carcajada puede apocar al que se te acerca, más bien
escúchale con seriedad, ayúdale con largueza, viendo en él, ocultamente, al
buen Dios. Y despídele finalmente con una simpática sonrisa.