D O M I N G O XIV (A) (Mateo, 11, 25-30)
Sólo apoyados en Ti,
por la oración, se hará ligero nuestro seguimiento |
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Una escena evangélica más en la que
Jesús, en este caso con su conducta, nos alecciona sobre la importancia que tiene
la práctica de la oración.
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Son muchas las escenas del Evangelio en las que Jesús nos mostraría:
- La necesidad que El sentía de orar.
- Y la frecuencia con que recurría al trato con su
Padre.
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Aquella constante conducta de Jesús, es la que provoca que un día los
Apóstoles, sintieran la necesidad de pedirle: “¡Señor, enséñanos a orar!”.
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“Un cristiano sin oración es un cristiano
en riesgo” (San Juan Pablo II)
Y es
que no se concibe la vida de un auténtico cristiano sin este trato asiduo con
Dios que es la oración ¡Necesitamos orar, formal e informalmente! Tener unos momentos del día de exclusivo trato con
Dios. ¡Sin esta práctica, difícilmente el resto del día va a estar orientado al
Señor!
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Pero el Evangelio hoy, no sólo nos presenta a Jesús orando, sino que incluso
nos transmite el contenido de su oración, lo que nos puede servir de pauta para
mejorar nuestra oración.
1ª
Pauta: La necesidad de ser agradecidos con Dios en la oración.
- Nosotros,
en la oración, tendemos a ser los protagonistas y a Dios, le hacemos jugar un
papel de “comparsa” de nuestras peticiones y deseos.
- En la auténtica oración teologal, - como no podía ser de otra manera - , Dios
ha de ser el verdadero Protagonista y nosotros, no debemos pasar de ser, ¡unos
privilegiados invitados!
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Ese mal planteamiento es el que nos lleva a que, el sentimiento más placentero de nuestra oración sea, pedir. Y, aunque este objetivo no esté excluido de la
oración, ¡no es el único, ni el más importante! Porque la oración auténtica es,
fundamentalmente, un acto de culto
a Dios y una manera de honrarle y reconocer nuestra dependencia y sumisión.
Así empieza la oración de Cristo que nos refiere el Evangelio: “Te doy
gracias Padre....”. ¡Y así debe empezar la nuestra! Antes de pedir, debemos
agradecer a Dios tantos y tantos dones con los que continuamente nos enriquece.
Incluso – como solía decir en su
oración San Josemaría - “Te doy gracias también, Señor, por tus beneficios desconocidos”. >>>>>>>
2ª
Pauta: La necesidad de una actitud humilde.
- La
otra lección que nos deja Jesús en su oración es, la necesidad de ser
sencillos y humildes a la hora de orar.
- El fruto de la oración no depende del ingenio
o de la astucia humana con la que nosotros pidamos al Señor sino, fundamentalmente,
de la actitud humilde y confiada con que nos acercamos a El.
- A veces los Sacerdotes escuchamos de gente
buena: ¡Padre, pida por tal o cual
intención, que a Ud. lo escucha más el Señor! No son nuestras aparentes categorías
personales las que dan eficacia a la oración, sino la humildad y la confianza
con las que dirigimos a Dios nuestra oración. En esa línea, nos dice hoy en el
Evangelio:
“Dios ha ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las ha revelado a la gente sencilla”. (Luc. 10, 21-22)
¡El se revela, escucha y atiende a los sencillos, a
los humildes que le piden con fe, confianza y humildad !
¡No se da a los suficientes y poseídos de su valía personal!
Guillermo Soto