XIV Domingo
del Tiempo Ordinario, Ciclo A
LA
SABIDURÍA DE LOS SENCILLOS
Padre
Pedrojosé Ynaraja
Díaz
Estaba triste el Señor, como tantas
veces lo estamos nosotros. A tal situación había llevado el cúmulo de
calamidades que observaba. Corazín, Betsaida, Cafarnaun… eran
poblaciones que conocía bien. No ignoraba sus vicios y sus malas costumbres y
no quería callárselas. Denunciar proféticamente es un deber, aunque peligre
quien lo hace. Quedarse en la denuncia, amargándose la vida y amargándosela a
los demás, sin hacer nada también es un vicio y una mala costumbre que empuja a
la depresión, síquica y espiritual y detiene toda actividad en bien de los
demás. Se ignora la humildad, se cae en la pereza, se justifica el propio
egoísmo y desde la indolencia, se cae en la ociosidad, para vivir en pasiva
actitud.
El Maestro huía de tal postura. Sin
ignorar el mal, no cerraba los ojos a la totalidad de la realidad invisible, en
la que germinaba, crecía, florecía y fructificaba el bien.
Al comentario anterior, que
corresponde al fragmento de Mateo 11, 17-24 y que no es propio de la lectura
evangélica de la misa de hoy, le sigue el bello texto de la de este domingo. En
aquel tiempo abundaban los sabios, tanto entre lo saduceos, como entre los
fariseos. Se creían Maestros de la Ley, que pretendían interpretarla,
perfeccionarla y modificarla, como hoy corren entre nosotros tantos cargados de
títulos, especialidades, másters y brillantes
currículos. La inmensa mayoría de los tales guardan muy bien enterrados
los muchos o pocos talentos que de Dios han recibido. El dolce
far niente, proverbial.
Pero Jesús no se calla. Si enérgicamente
había condenado, sincera y honestamente proclama la verdad que muchos ignoran,
la grandiosa riqueza de los pobres.
“Yo te bendigo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes,
y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.
Venid a mí todos los que estáis
fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo,
y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”
El Magníficat del Señor.
Es el Hijo que agradece al Padre la
visión que le es posible contemplar. El Maestro que dicta su lección magistral,
que nos descubre e ilumina aquello que los medios ignoran.
Me gusta leer cada día el
Martirologio Romano y revisar después por Internet tantos informes de
realidades de la Iglesia, que a la TV, prensa y radio no le importan.
Es una satisfactoria experiencia,
exigente, sin duda.
¿Qué televisión se interesará de Ninnolina, la niñita que a sus 5 años le pedía a su madre
que le escribiera al Niño Jesús las cartas que ella no sabía hacer? Murió a los
6 años y de la causa de su posible beatificación vuelven a hablar los medios de
Internet estos días. Caso insólito, que para iniciarlo requirió autorización
especial.
¿Y de Anne-Gabrielle
Caron (2002-2010), la chiquilla que pronto se inicia
su proceso de beatificación, que en su corta vida y su terrible experimentación
de un cáncer, dio un ejemplar testimonio de Fe? Veo en una foto que en sus
manos no aparece el común móvil (o celular) de cualquiera de las de su edad que
vemos nosotros por todos los sitios. Lo único que observo de particular es su
uniforme de scout católica. Su amor a la Eucaristía que deseaba recibir con gran
entusiasmo, consiguiéndolo con dificultad, era todo lo que anhelaba para ser
capaz de continuar ofreciendo a Dios su dolor.
Y si de estas niñas son proyectos
eclesiales, de Carlo Acutis, un muchacho que falleció
a los 15 años, ya está programada su próxima beatificación en octubre. Su
interés fue estudiar y propagar el prodigio de la Eucaristía y dedicar todas
sus fuerzas en difundirlo por Internet en bien de todos. Murió pero sus
archivos continúan evangelizando. Son los prodigios de la época actual que no
debemos desdeñar.
Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo
y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se
las has revelado a pequeños.
Durante mi vida sacerdotal, el
periodo más largo, correspondió a la capellanía de unas monjas. Casi 38 años lo
fui. Quien más me asombró y admiró fue la Hna Elena.
Tal fascinación la provocó también a sabios, ricos, pobres, ex presidiarios,
drogadictos, jóvenes y viejos. No sabía escribir y leer solo era capaz de
conseguirlo de las palabras cortas. Textualmente así me lo dijo un día. De lo
que todos, creyentes y no creyentes, personajes importantes y anónimos hijos de
vecino, todos, todos los que la conocieron la admiraban y de alguna manera
admiraban a su Dios. A todos ella amaba. A mí también. Su vida merecía que
cumpliéramos aquel deseo del Señor: “Brille así vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos” Mt 5,16). Le tributamos un sincero homenaje que ella aceptó
humildemente (existe un YouTube de aquel acto. La película fotográfica se
deterioró mucho, pero aun así, todavía se aprecia tal distinción, buscar Aiguafreda, La Llobeta 1976, Premi a la Bondat a la Germana Elena, film mudo
con fondo musical.
Vuelvo a repetir con el Señor:
Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas
cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.