DOMINGO XV TIEMPO ORDINARIO CICLO A

P. Emilio Betancur

 

UNA NUEVA VISIÓN DE FUTURO.

 

Del coronavirus y la pandemia cada uno sabe lo que pasa, bien sea por lecturas, comentarios en los medios o las redes sociales, o por haber sufrido el flagelo en carne propia con familiares o amigos. Hay otra dimensión de la que no es culpable la pandemia sino, responsables nosotros por no haber obrado correcta y oportunamente; el descuido con la naturaleza, el sistema inequitativo de la economía. Así en la pos pandemia habrá un resultado no imprevisto, que los pudientes podrán tener más poder por el dinero, la clase media no podrá aguantar más y los pobres no tendrán nada más que hacer sin empleo y sin estudio.

 

Pablo tiene una visión del futuro distinta. “Hermanos, yo considero que los sufrimientos del tiempo presente, (coronavirus, pandemia, crisis social y demás secuelas), no pueden compararse con la gloria futura (no es exclusivamente el cielo futuro porque el cielo comienza aquí), y está a punto de revelarse en nosotros. Toda la creación, la humanidad entera está esperando ansiosamente esta revelación que es propia de los hijos de Dios. (De ahí nuestra responsabilidad) Sabemos que la creación entera hasta el presente gime y sufre dolores de parto; esperando que el Padre nos conceda la perfecta adopción y la redención incluso corporal” (Segunda lectura)

 

¿Qué podemos hacer para que ocurra ese futuro que nos anuncia Pablo, y del pasado solo nos queden cicatrices como le ocurrió a Jesús en la resurrección después de pasar por la cruz?

 

El evangelio nos insinúa tener en cuenta que el futuro inmediato está de acuerdo a lo que dejemos sembrar o los obstáculos que pongamos, a la acción del Espíritu en nuestro interior. El futuro que todos queremos puede ser el resultado de una siembra interior que podemos empezar desde ahora: “Una vez, el Resucitado, el sembrador… (los evangelios están escritos años después de la resurrección de Jesús) 1- …salió a sembrar, una parte de la semilla (la Palabra) cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron”. Cuando se escucha la palabra y no se entiende es porque el mal que hay en nosotros se lleva todo lo que ha sido sembrado en la mente, es decir que todas las ideas que nos deja la escucha en la mente no tienen la posibilidad de realizarse luego. Primero está el pensamiento luego viene la acción. 2- “Otra parte puede haber caído en un terreno pedregoso donde no tenía tierra suficiente y poco profunda las plantas salieron demasiado pronto, no tenían raíces, entonces el sol las quemó y se secaron. El terreno pedregoso es el que escucha esa palabra y la acepta enseguida con alegría, pero no tiene raíces por inconstantes, apenas llegan las dificultades o persecución a causa de la palabra, sucumbe”. 3- “El terreno lleno de zarzas es quien escucha esa palabra pero, las preocupaciones de esta vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra, y se queda estéril. Otra parte cayó en tierra buena, fértil y fue dando fruto, de ciento, del sesenta o del treinta por uno; es el que escucha la palabra y la entiende, produciéndolo ciento, sesenta o el treinta por uno”.

 

Pablo diría que esa siembra de la Palabra producen “la fe, la esperanza y el amor, teniendo en cuenta que de estas tres la más grande es el amor en términos de solidaridad” (1 Cor 13, 13).

 

Podríamos hacer una lista personal o de comunidad con los obstáculos interiores que se lleva todo lo sembrado de solidaridad así sean pocas raíces, que impiden en nuestro interior para que la solidaridad no tenga raíces, porque se pierden las pequeñas alegrías de acciones solidarias. ¡Cuáles pueden ser las preocupaciones de la vida, la seducción de las riquezas y la vida fácil que ahogan la solidaridad!

 

Isaías nos comparte desde su experiencia del sufrimiento lo que ocurrió cuando llegó la palabra a cambiar su interior que coincide con lo que ocurrirá en nuestro interior que es confiable y está a nuestro alcance: “Esto dice el Señor: Como bajan del cielo la lluvia y la nieve, y no vuelven a subir allá sin empapar la tierra (nuestro interior) sin fecundarla y hacerla germinar, sin producir semilla para sembrar y pan para comer; así también la palabra que sale de mis labios no vuelve a mí sin producir efecto, sino que realiza lo que quiero y lleva a buen término mi encargo.(primera lectura).