EL
ABOGADO DE LA CIZAÑA
Domingo
16º del Tiempo Ordinario. A
“Dejadlos crecer juntos hasta la siega”
(Mt 13,30)
Señor Jesús, me
pregunto si tú imaginabas el revuelo que promovías con la parábola del trigo y
la cizaña. Tú mismo veías que tus discípulos estaban siempre dispuestos a
establecer límites entre los buenos y los malos. Y que ellos se colocaban
siempre en el grupo de los buenos.
Nunca hemos
logrado superar esa tentación. Siempre han surgido entre nosotros algunos que
se consideraban perfectos y que procuraban dificultar la vida de los que no
pertenecían a su grupo, la comunidad de los puros y los limpios.
Muchos nos preguntan
cómo podemos pertenecer a una Iglesia manchada por tantos escándalos. Pero tú
has permitido que tu Iglesia no haya querido identificarse con una sociedad de
incontaminados. Si así fuera, cuántos de nosotros tendríamos que quedar fuera.
Tú sabes, mi Señor, que también yo me he
identificado con el buen trigo. Mi inseguridad me exigía sentirme diferente de
los malos. Me alegraba saberme superior a ellos. Y me escandalizaba imaginarte
como el abogado defensor de la cizaña.
También esta
parábola me habla de ti. Hoy no me cuesta mucho trabajo verme representado en
la cizaña. Sin embargo, espero que esta identificación no me sirva de fácil
excusa para justificar mi indolencia y mis pecados.
Tu paciencia me
conmueve. Verme reflejado en la cizaña me ayuda a descubrir que eres compasivo
y misericordioso. Tú eres el dueño del sembrado. Con razón, sueñas con una
buena cosecha. Quieres salvar el buen grano de trigo.
Pero tu esperanza
se manifiesta cada día en tu paciencia. A veces pienso que el sembrador de la
cizaña se habrá sentido frustrado, porque
no ha logrado perturbarte.
Señor Jesús, me
alegra saber que no me entregas al juicio de los intransigentes. Me alegra
saber que nos recuerdas a todos la majestad de tu juicio. Y tu decisión me
estimula para mirar este mundo con la paciencia de tus ojos. Amén.
José-Román
Flecha Andrés