EL
HALLAZGO Y LA COMPRA
Domingo
17º del Tiempo Ordinario. A
“El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el
campo”
(Mt 13,44)
Señor Jesús, las
imágenes del tesoro y la perla me parecen muy sugerentes para reflejar nuestras
actitudes ante el anuncio y la llegada del reino de Dios.
Algunos
consideran que el mensaje sobre ese reino es una simple utopía ideada para
ofrecer aliento a los desalentados y a los oprimidos. Pero tú nos dices que el reino está ahí, aunque
parezca oculto por la tierra del campo o por
las rocas de una cueva. El reino de Dios es una realidad valiosa, aunque,
parezca una perla polvorienta entre las baratijas que se amontonan en las
estanterías de un anticuario.
Pero otros creen
que ellos han descubierto la presencia del reino. Por casualidad han tenido esa
fortuna. Pero su soberbia los lleva a creer que el reino y su riqueza humana y
divina se deben exclusivamente a ellos. Hasta llegan a despreciar a quienes han
pasado antes por el campo donde estaba escondido el tesoro o por la tiendecilla
del mercader en la que yacía olvidada la
mejor perla del mundo.
Yo creo que
alguna vez he sentido en mi interior el cosquilleo de esas posturas. La primera
es la tentación de la
desesperanza. Me aterra pensar en un futuro para el que no estoy preparado. Me
asusta tener que anunciar un reino que parece indemostrable.
Y la segunda es
la tentacion de la presunción. De pronto descubro un sentido a una afirmación
de tu mensaje. Y me llena de orgullo el verme como un privilegiado que ha
logrado alcanzar una iluminación que permanecía oculta antes de mí.
En realidad,
necesito valorar gozosa y humildamente lo que significa el hallazgo. El reino y
su anuncio me han precedido en el tiempo. Su presencia y su eficacia no se deben
a mí. Yo solo debo desprenderme de todo lo que he
considerado valioso hasta ahora. Solo puedo gozarme de ese hallazgo, comprarlo
y compartirlo con todos los que voy encontrando por el camino.
José-Román
Flecha Andrés