XVIII
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
DEL
DICHO AL HECHO HAY UN GRAN TRECHO- ¿SI O NO?
Padre Pedrojosé Ynaraja Díaz
El refrán castellano, como en la
mayoría de los casos, refleja auténtica realidad. Generalmente se recuerda tal
sentencia para obrar prudentemente en la vida práctica, pues, son muchos los
que presumen de luminosas teorías o de agudas sentencias, ocultando su
proceder.
Durante los domingos anteriores se
han proclamado en nuestras misas unas cuantas parábolas del Maestro. He
procurado yo en mis comentarios, señalar su oportunidad o trasladar su lenguaje
al de nuestros tiempos, sin modificar el contenido de su enseñanza.
He leído más de 7 veces la Biblia
de cabo a rabo, dedicando a ello diariamente un rato y he ido a Tierra Santa 17
veces para complementar lo aprendido en el Libro. Siempre me ha asombrado el
proceder del Señor.
Porque si otro refrán dice: una cosa
es predicar y otra dar trigo, el Maestro practicó las dos cosas excelentemente.
Las parábolas son pedagógicamente
preciosas y precisas. Ahora bien, ya que nosotros no somos los primeros
receptores y sus enseñanzas las predicaba de acuerdo con la cultura de aquel
lugar y tiempo, de aquí la gran validez de la peregrinación a Tierra Santa, que
más debe ser viaje de estudios que otra cosa.
Ahora bien los textos evangélicos
recogen enseñanzas de Jesús y sus procederes .
El fragmento del evangelio de Mateo
que la liturgia de este domingo recoge, se refiere a un comportamiento
ejemplar y generoso.
Jesús tenía miedo, el proceder del
reyezuelo Herodes, matando a Juan en Maqueronte,
accediendo al capricho de su amante, exigía que tomara precauciones. No se
esconde, ni se arma para protegerse. Se reserva del bullicio. Es precavido. Sed
prudentes como serpientes, había dicho (Mt 10,16). Pero tenía muy presente la
fundamental escala de valores y la misión que el Padre le había encomendado era
supremo valor.
Le encuentra el pueblo y Él no
huye. Practica el bien, cura enfermos. Se hace tarde.
Los apóstoles le advierten que
seguramente los oyentes tienen hambre, será preciso que acabe y les despida,
para que se dispersen por los poblados y consigan alimentos.
El Maestro es consciente de la
necesidad, pero también de su deber. No debe escurrir el bulto, se siente
solidario. Si entre ellos hay algo de comida se debe compartir.
Los apóstoles, como nosotros
mismos, ellos entonces, nosotros ahora, no entienden al Señor, pero confían en
Él.
El evangelio de Juan concreta que
los panes eran de cebada. Era el habitual alimento de los pobres. En escasas
ocasiones podían comer pan de trigo. El pescado procedería, seguramente, de Magdala, a esta población iba aparar lo que los pescadores
del lago no consumían en familia y allí existía una importante industria de
salazón. Según cuentan, lo hacían tan bien, que lo exportaban hasta la misma
Roma. Pero al fin y al cabo, no tenía tal producto mayor categoría que nuestros
humildes arenques.
Ser hospitalario no es cosa de
ricos. Esta virtud la tenemos muy olvidada los del primer mundo.
Reparten, comen, marchan
satisfechos, pero ahora toca a los mismos apóstoles, recoger las sobras.
También de tal proceder debemos aprender. Es costumbre entre nosotros salir por
la mañana a comprar el pan. No siempre se consume lo adquirido. Algunos, lo
tengo comprobado, lo que por la noche sobra, se tira a la basura. No es
correcto proceder cristiano. El pan duro también alimenta, puede uno rayarlo y
utilizarlo para ciertos guisos, puede desmenuzarlo y elaborar sabrosas migas. A
esto último quiero referirme por un momento.
(En los tiempos lejanos de la
guerra civil y la post guerra, el pan, que reverentemente nos habían enseñado
que si caía al suelo debíamos recogerlo y antes de depositarlo en la mesa darle
un beso, si por casualidad sobraba, sería ingrediente de las humildes sopas de
ajo o cortado en trozos menudos, guardarlo en una bolsa para que cuando hubiera
suficiente y fuese mes de uvas, convertirlo en nutritivas migas. (hoy, este plato propio de pastores de la mesta o de gente
sencilla, se ha convertido en plato típico, que se propone por TV y se ofrece
en selectos restaurantes de ciertas regiones).
Semejante al valor que tiene un
viaje a Tierra Santa, complemento de lo proclamado hoy, es elaborar pan de
cebada y comerlo, imaginando lo que sentiría en su boca aquella multitud
agradecida.
(Seguramente, pan exclusivamente de
cebada, no lo encontraréis en ninguna panadería. Yo compro cebada cuando
me interesa, la muelo en el molinillo de café, la paso por un cedazo y elaboro
el pan. Horno lo tienen en cualquier casa, con la panificadora doméstica
lo hago yo. Y lo como y lo ofrezco a compañeros,
experimentando el sabor que satisfaría a aquella gente. Si uno cierra los ojos
y deja navegar libremente a la imaginación, se encuentra simbólicamente y sin
esfuerzo, junto al Maestro, los apóstoles y las santas mujeres. Vale la pena
probarlo).
Durante la historia han existido y
continúa habiendo, excelentes pensadores y buenos maestros. Su proceder
personal no siempre corresponde a la doctrina que predican.
Jesús fue coherente con lo que
predicaba, seámoslo nosotros también. Hospitalidad, generosidad y austeridad
son los contenidos que debemos asimilar hoy.