XIX Domingo
del Tiempo Ordinario, Ciclo A
ASOMBRO
Padre Pedrojosé Ynaraja Diaz
No
hay duda que al peregrino cristiano, los lugares que más le interesan son Belén
con Jerusalén, en la región de Judea, y Nazaret en la Galilea. A cada uno
de estos puntos le dedicamos nosotros, en el primer viaje, una semana.
Pese a resultar secundario, teníamos anotado y reservada otra semana al Sinaí.
Fascina tal lugar cuando uno lo imagina y mucho más asombro siente, cuando se
mueve por la península y sube al Jebel Musa, monte de
Moisés en árabe, que tradicionalmente se cree corresponde al lugar de entrega
de la Ley y que también se le llama Horeb.
El
Dios de Israel, el familiar de Abraham, Isaac y Jacob, también recibe el nombre
de Shaddai (Ex 6,2), literalmente, el de las
montañas, pero que nuestras biblias acostumbran a traducir por el Omnipotente y
no está mal la idea. Cuando uno contempla en soledad el amanecer por aquellos
parajes, la inmensidad de macizos rocosos que le rodean, resplandeciendo en
tonos rosados o azulados, dependiendo de donde le llega el sol, le está
gritando el entorno que así de inmenso es Dios.
Acostumbra
uno subir a la cima, camino que supone unas 2h30m, por una rampa. Es curioso el
origen de tal senda. Según me contaron, á principios
del siglo XX, a un gran jeque musulmán que sufría de asma, le indicó el médico
que se alojara en un lugar de clima seco. Mandó el buen señor que colocaran una tajada de carne fresca en la cima de una
multitud de montañas. Al cabo de un cierto tiempo, escogió la cumbre donde la
carne había aparecido más seca, sin pudrirse en absoluto, que fue precisamente
el Jebel Musa. Empezó a preparar el camino para que
los camellos subieran los materiales necesarios, ante las quejas y protestas de
los monjes, que veían en tal propósito la profanación de aquella montaña santa.
Pereció el árabe antes de acabar la ruta y el tal trazado es el que
acostumbramos a utilizar, tanto los que vamos a pie, como los que contratan el
servicio de un camello. Recibe el nombre de Siket El Bashait, que supongo debe ser el alias del poderoso jefe
proyectista de un palacio que nunca llegó a ver.
El
otro itinerario, el más piadoso, obra de los monjes de la basílica-fortaleza de
Santa Catalina o de la Transfiguración, que con los dos nombres se la conoce,
es más directo, escarpado y penoso, pues, casi todo él está formado por escalones
tallados en la misma roca por los religiosos del monasterio. 3750 dice que son,
evidentemente, nunca los he contado.
Los
dos trazados se encuentran en un llano que recibe el nombre de Elías, pues,
según la tradición, allí descansó el profeta, allí se escondió en alguna de las
hendiduras de los diversos wadis que la rodean en su
casi totalidad y allí gozó de la experiencia mística que nos narra el fragmento
de la primera lectura de la misa de hoy.
¿Quién
es Dios? ¿Cómo es Dios? ¿Cómo se comporta con los hombres? Son preguntas que
nos hacemos y que también debería hacérselas Elías. El Señor, que lo había
escogido y le había indicado que allí fuera, no quería contar con un fiel
esclavo, ni un eficiente robot. Antes de encomendarle la misión escogida para
el profeta, se expresó en el lenguaje que en aquel momento y lugar, era capaz
de entender.
No
era un viento huracanado. Nada de dioses guerreros y destructores. Elías no
debía temerle como se teme a un ciclón. En el empuje aquel no se escondía.
Tampoco
un terremoto que destroza estructuras y aplasta y resquebraja cualquier cosa
que se tenga en pie, modificando rocas, peñascos y cegando manantiales.
En
el fuego destructor de bosques y abrasador de todo lo que encuentra, tampoco
allí estaba Dios.
Oyó
un susurro, una suave brisa, como las que tanto uno agradece cuando camina
achicharrado por el sol y sopla juguetona, acariciando al anochecer al
caminante.
Así
es Dios.
A
partir de este llano el sendero es único hasta la cumbre, a la que no tarda en
llegar más de 30m .
He
pasado una noche al raso, enfundado en el saco de dormir y tiritando. Era el
hotel de los cien millones de estrellas, como lo llamó el guía. Alguna palmera,
algún matorral de plantas semejantes a nuestras aliagas, que despiden olor
parecido a nuestro tomillo y poca cosa más. Pese a que uno no goce de comodidad
alguna, la absolutidad de todo lo que le rodea y no conceder valor alguno a lo
que en territorios habitados y caminos trazados le preocupan y ambicionan, se
siente envuelto en una realidad diferente, superior, tiene la impresión de que
está a las puertas de la eternidad. Celaje absoluto, cubriendo terreno
absoluto.
Me
he entretenido en el texto del Antiguo Testamento porque lo tengo muy presente
con frecuencia y creo que su contemplación es asombrosa e importante para la
concepción de nuestra existencia trascendente.
Me
limito a invitaros, queridos lectores, a que, al escuchar el criterio que tiene
Pablo del pueblo judío, de su pueblo, al que no renuncia a sentirse
incorporado, meditéis en la opinión que sentís por los judíos, que nunca debéis
identificar con los gobernantes, los políticos y los patriotas del Estado de
Israel. Son categorías diferentes. Nos resulta difícil entender los
sentimientos que unen a esta comunidad con la Tierra de Israel, la Tierra
Prometida, aunque puedan vivir a miles de kilómetros y sean fieles ciudadanos
de otro Estado.
Acabo.
El episodio del encuentro del Señor, no es un suceso mágico. Es una muestra de
amor y un examen al que somete el Maestro a Pedro, para que él mismo se
califique de la signatura de confianza.
Por
si hubiera alguna confusión, advierto porque en alguna ocasión el interlocutor
con el que me encontraba así creía, se trata de una pericia en el Lago de Genesaret, Mar de Galilea o Kineret,
en la baja Galilea, que de estas maneras se le conoce. Es de agua dulce, por
tanto quien en ellas se introduce es preciso que sepa nadar. Más de uno en
tiempo reciente se ha ahogado. Otra cosa es el Mar Muerto o Mar de la Sal, cuya
densidad, muy superior a la de otros embalses, es tal, que el hombre flota, sin
que tal resultado obedezca a otro motivo que la aplicación del principio
de Arquímedes.
Padre Pedrojosé Ynaraja
Diaz