DECEPCIÓN Y
TENTACIÓN
Domingo 22 del tiempo
ordinario. A.
30 de agosto de 2020
“Todo el mundo se burlaba de mí. Cuando hablo, tengo que gritar,
proclamar violencia y destrucción. La palabra del Señor me ha servido de
oprobio y desprecio a diario” (Jer 20,7). El profeta Jeremías se lamenta ante
el Dios que lo ha llamado y enviado a proclamar su palabra. Esa misión no le ha
traído más que disgustos.
Se comprende que el profeta haya pensado en hacerse el sordo
ante la llamada de Dios. No quisiera seguir hablando en su nombre. Pero la
palabra de Dios es como un fuego que abrasa su interior. Una palabra que ha de
escuchar. Un fuego que no puede apagar.
Con el salmo responsorial, nosotros proclamamos nuestra
convicción ante el Señor: “Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis
labios” (Sal 62,4).
San Pablo nos exhorta a “discernir cuál es la voluntad de Dios,
qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (Rom 12,2).
LOS SUEÑOS Y EL FRACASO
En Cesarea de Filipo Jesús
preguntó a sus discípulos quién era él para ellos. Pedro confesó a Jesús como
el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Cabe preguntarse cómo imaginaba Pedro al
Mesías esperado por su pueblo. La respuesta la dio Jesús, al anunciar a sus
discípulos que iría a Jerusalén. Allí le esperaban las denuncias de los jefes
del pueblo, la muerte y la resurrección (Mt 16,21-27).
Simón Pedro se sublevó interiormente contra esa suerte que Jesús
parecía aceptar con una resignada tranquilidad. Así que se llevó aparte a
Jesús, como si temiera suscitar el rechazo de sus compañeros hacia el Maestro.
No pretendía acusarlo en público, pero no podía ocultarle sus sentimientos. Por
eso le increpó: “Lejos de ti tal cosa, Señor. Eso no puede pasarte”.
• “Lejos de ti tal cosa, Señor”. No era esa la idea del Mesías
que él había recibido de sus antepasados. No era ese futuro de dolor y de muerte
el que él esperaba para Jesús, al que consideraba ya como el Señor.
• “Eso no puede pasarte”. Nunca había entendido él que el
fracaso estuviera incluido en la llamada al seguimieto que Jesús le había
dirigido a la orilla del lago. Al igual que Jeremías, Pedro se sentía
decepcionado. De pronto, todos sus sueños se desmoronaban.
LAS VOCES Y EL SUSURRO
La respuesta de Jesús parece escandalosa a muchos cristianos:
“Ponte detrás de mí, Satanás. Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú
piensas como los hombres, no como Dios”. Esa advertencia a Pedro se dirige a
cada una de nosotros. Es una palabra que hay que escuchar.
• “Satanás”. No olvidemos que esa palabra significa “tentador”. Jesús
no identifica a Pedro con el demonio. Pero en sus palabras resonaban entonces y
resuenan ahora las tentaciones que pretenden ofrecer un panorama de fáciles
triunfos
• “Ponte detrás de mí”. Jesús no rechaza a Pedro. No le pide que
se aleje del grupo de los discípulos, sino que recuerde precisamente el papel
del “discípulo”. También nosotros estamos llamados a seguir los pasos del
Maestro, que nos precede por el camino.
• “Eres piedra de tropiezo”. Eso es lo que significa el
escándalo. Jesús es fiel a la voluntad divina. Conoce el camino y no está
dispuesto a abandonarlo. Tampoco nosotros podemos ser un escándalo para los que
tratan de seguir el camino de Dios.
• “Tú piensas como los hombres, no como Dios”. Esa es una de las
tentaciones de los evangelizadores, según el papa Francisco. Tenemos más miedo
a la soledad que al error. Preferimos escuchar las voces de la multitud antes
que el susuro de Dios.
- Señor Jesús, con las
palabras que tú nos enseñaste, pedimos al Padre que no nos deje caer en la
tentación. La gran tentación de poner nuestros planes y proyectos por encima y
contra la realidad de tu llamada. No permitas que nos apartemos de ti. Amén.
José-Román Flecha Andrés