DOMINGO
XXIV ( A ) (Mateo, 18, 21-35)
- La enseñanza evangélica sobre el perdón a nuestros
deudores, (incluidos los enemigos), es una de las exigencias cristianas más
difíciles de digerir.
- 4 ¡Casi nada
lo que el Señor nos pide en el Evangelio de hoy respecto a la necesidad que
tenemos de perdonar!
-
Por eso nosotros, de entrada, simpatizamos más y mejor con la matización que quiso
hacer Pedro al perdón de Jesús: ¿Cuántas veces tengo que perdonar? ¡Pensamos también con Pedro que algún
límite habrá que poner al agraviador!, lo que hemos expresado, tantas veces, en
frases como estas:
4¡Ya está bien! ¡No aguanto más! ¡Este no me toma más el
pelo!
¡Esta es la gota que ha colmado
el baso!, ¡Una y no más!
- Y,
por lo que se ve, Pedro pretendía también fijar una racionalidad, unos límites a
nuestra capacidad de perdonar.
-
Pero Jesús, con su contestación del “setenta veces siete”, tiró por
tierra aquel proyecto de un perdón reglamentado y vino a decirle a Pedro: en nuestra
capacidad de perdonar, NUNCA
hay una última vez. Como tampoco hay una “última vez”, (¡gracias
Señor!), en el perdón que Dios nos otorga a nosotros.
(José
MªPemán, comentando la escena, con su gracejo andaluz, interroga a Pedro:¡ Siete
veces…!, ¿y después qué?¿a un campo de concentración?)
- ¡Qué lógico es que apechemos con esta exigencia
evangélica del perdón! No podemos
escamotearla porque, si no la vivimos, no podríamos ni rezar sinceramente el PADRENUESTRO.
-
Jesús, que sabe lo que esto nos va a costar a nosotros, nos quiere ayudar a
digerir esta exigencia, recordándonos el
inmenso perdón de
La súplica de aquel gran deudor, “ten
paciencia conmigo y te lo pagaré todo”. (Diez mil talentos eran los ingresos de Herodes el Grande en
diez años), pone de manifiesto la magnitud de la deuda que Dios nos perdona,
frente a la insignificante deuda de aquel insolvente, que representa la
insignificancia de lo que nosotros hemos de perdonar a nuestros deudores.
-
Que no escenifiquemos ese papel mezquino del que, siendo perdonado con tanta
generosidad, no supo perdonar su insignificante deuda. Guillermo Soto
P O E M I O
XXIV Dom. T.O. Ciclo A
Hoy nos plantea Jesús un tema que
bien puede ser una “piedra de toque” de la autenticidad de nuestro seguimiento
de Cristo: ¡El perdón a nuestros
enemigos! Hay “cristianos” que pasan de el y lo eliminaron de su código
moral. Pero, Gracias a Dios, hay también cristianos,
como los Santos que, a imitación de Cristo y con su Gracia, lucharon y
vivieron heroicamente esta exigencia ineludible de nuestro auténtico seguimiento.
Cuando Cristo proclama esta
necesidad de perdonar a nuestros enemigos,
la mayor parte de los cristianos, no
tenemos que pensar en enemigos personales y encarnizados, como los que sufrió Cristo y sufrieron los
Santos. Pero sí que tenemos que vigilar y saber aprovechar, con
Guillermo