XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

HONRADEZ  GENEROSA.

Padre Pedrojosé  Ynaraja  Díaz

 

(Primera lectura- Is 5, 1-7

 

Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. Mi amigo tenía una viña en fértil collado. La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas; construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agrazones. Pues ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá, por favor, sed jueces entre mí y mi viña. ¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho? ¿Por qué, esperando que diera uvas, dio agrazones? Pues ahora os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi viña: quitar su valla para que sirva de pasto, derruir su tapia para que la pisoteen. La dejaré arrasada: no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardos; prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella./  La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel; son los hombres de Judá su plantel preferido. Esperó de ellos derecho, y ahí tenéis: asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos.

 

Evangelio- Mt 21, 33-43

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo: «Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. / Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo.” Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?». /  Le contestaron: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»./  Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»)

 

Pienso que excepto el término agrazón, no hay ninguna otra palabra que precise aclarar. Cuando yo era pequeño, en la escuela, el sábado por la mañana nos leían el evangelio del día siguiente y el maestro nos lo comentaba. La misa por aquel entonces se celebraba en lengua latina. No siempre el sacerdote comentaba los textos, así que la catequesis bíblica se la debo agradecer a Don Manuel Serrano, maestro nacional, buen pedagogo, hombre del pueblo. Por más que me esfuerzo ahora, no puedo acordarme qué nombre se le daba al arbusto silvestre mencionado en Isaías. Sé que me era conocido y que lo había probado más de una vez. Recordaba el desagradable gusto agrio-amargo que tenía.

 

Las viñas estaban siempre a las afueras de la población. Se vendimiaba a mano y se cargaba la vid en cuévanos hasta el carro que la llevaba de inmediato al lagar y al atardecer era pisada por más de un mozo. El pueblo donde yo nací está aun agujereado como un queso de Gruyere por las muchas bodegas donde se guardaba el caldo. Pese a haber pasado de esto 80 años, lo recuerdo con detalle.

 

Comentar el comportamiento de los arrendatarios es superfluo. Precisa exclusivamente poner  acento en su conducta.

 

En primer lugar la falta de honradez. Se trata de una virtud humana, aparentemente, pues, de rango menor. Compararla con la Fe sería desacreditar la primera virtud teologal. No obstante difícilmente se es persona de Fe si carece de dicha rectitud. Más aun, aquellos que se “visten” de cristiano y no son fieles, son desleales o tacaños, no solamente no podrán acompañar a Jesús, sino que más bien lo desacreditarán. ¡Cuánto daño hacen a la Iglesia quienes no se distinguen por su coherencia personal en las menudencias de las cosas cotidianas, sino al contrario! Por mucha Fe que se proclame públicamente, el entorno exige para acercarse al Señor que los que se llaman cristianos sean auténticos, generosos, amables, veraces… aunque no necesariamente sean simpáticos (otra virtud humana hoy socialmente muy apreciada, pero evangélicamente casi ignorada)

 

Si la virtud humana es fundamentalmente personal, no hay duda que si es colectiva, en ella germina una cultura, que llamaremos cristiana. Pero, lamentablemente, muchos pueblos, naciones, sociedades o instituciones que se atribuyen esta virtud, en la práctica son racistas o clasistas. Si a alguien aceptan que ocupe sus territorios, deberán ocupar oficios o grados de la calidad económica o social más inferior.

 

¿no fue Abraham, el pueblo escogido y el mismo Jesucristo un emigrante?

 

Internet nos permite sentirnos unidos espiritualmente. Cuesta lo mismo dialogar con el vecino que con el que habita en las antípodas. Puede crecer por la red de redes hasta el mismo enamoramiento. Pero que no venga el interfecto, que quitará empleo a los del país. El patriotismo, virtud humana sin duda, excluye con frecuencia la práctica de la solidaridad humana. Preocupa la desaparición de la vegetación amazónica, pero que no vengan por aquí los amerindios, que no nos entenderíamos, que no los necesitamos, que se queden en su tierra y no engendren tantos hijos que luego no pueden alimentar…

 

Si nuestro instrumental óptico no nos permite ver y juzgar lejanas galaxias o minúsculos virus, menos aun seremos capaces de juzgar consecuencias que acaecen en las que estamos sumergidos.

 

El texto poético de Isaías, en bucólico lenguaje, nos trasmite idénticas enseñanzas.