XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO-Ciclo A

PREPARANDO UNA FIESTA

Padre Pedrojosé Yynaraja Díaz

 

TEXTOS

Sab (6,12-16):

La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. Meditar en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.

1 Tes (4,13-17):

No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Esto es lo que os decimos como palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

Mt (25,1-13):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!" Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

 

COMENTARIO

La sabiduría es un don.

*- Hay alumnos empollones y gente lista adulta sin duda, pero también lo es que muchos de ellos, rinden muy poco en la vida. Sus buenas calificaciones les hacían suponer que triunfarían y llega ahora el momento en  que no desean otra cosa que conseguir la jubilación, para olvidarse de la desilusión en que han vivido siempre insatisfechos, limitándose a cobrar la paga y suprimir todo ensueño. 

Hay gente que nació ya vieja y no ha buscado  la juventud que puede otorgarle la Fe.

El texto pertenece al Antiguo Testamento. Jesús lo dijo aún más y muy  explícitamente, en el precioso momento de su magníficat. “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.(Mt 11,25).

La sabiduría que traspasa la Trascendencia es un don gratuito de Dios. La otra, la de las notas y títulos académicos, se  queda anclada en la historia.

 

*- Ciertamente que San Pablo, en la segunda lectura de la misa de este domingo, se explica de acuerdo con su concepción de la historia, según los cánones propios de la filosofía y de la física de la cultura griega clásica. No hay que olvidarlo.

Ahora bien, Dios es misterio y la Revelación, que es una entrega de sí mismo a la humanidad, no puede dejar de serlo. Pero se expresa según la  capacidad humana de entender, que es diferente la de los tiempos de la nuestra.

Pienso muchas veces que si no fuera por mi vejez, emprendería el estudio de la física cuántica. Muchos líos y dificultades que sufrimos hoy, pretendiendo entender, se deben  en gran medida a que dependemos todavía en estos terrenos de la cultura griega clásica.

(Se ha progresado en acústica y en megafonía. Nuestros auditorios y teatros se levantan teniendo en cuenta muchas estructuras, avances y materiales desconocidos antiguamente. En cambio, cuando se trata de la noción espacio/tiempo estamos esclavizados a nociones que ya la filosofía aristotélica/tomista definía como “ens rationis, cum fundamento in re” un ente simplemente de razón y nada más).

De todos modos debemos ser humildes, pretender escudriñar en la interioridad de la Divinidad es propósito vano y objetivo repleto de orgullo.

Después de leer a Pablo, no debemos olvidar la encantadora reflexión del autor del salmo 130 “Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre...”

*- La parábola que explica el Maestro en el fragmento propio de la misa de hoy, además de que muchas traducciones son excesivamente eclesiásticas y algo erróneas, no hay que olvidar que nos falta conocimiento de las costumbres de  aquel tiempo.

Recibe el nombre de la de las vírgenes previsoras y las estúpidas. Algunas ilustraciones gráficas parecen un conjunto de piadosas novicias, que esperan la llegada de su superiora general.

Aquel auditorio al que directamente se dirigía Jesús, sabía que en un determinado lugar la novia, que en ciertos aspectos ya era esposa, esta  jovencita estaba reunida con sus amigas. La habían ayudado a vestirse y maquillarse, tal vez a adornar su cutis con henna, el pigmento vegetal que ya en aquel tiempo era conocido y usado. Se habían reunido para formar parte de una fiesta matrimonial y por ello iban provistas de antorchas. Más que de madera resinosa como las de otros tiempos, se trataba de  un  asta corta a la que en su punta habían rodeado de un muñón de cuerda de estropajo o yute seco. Se traían también un recipiente con aceite en el que en el momento oportuno introducirían el artificio, para de inmediato encenderlo. Eran, pues, auténticas antorchas y no decorativas lamparitas. Hoy en día no se estilan. Las precauciones, el miedo a los  incendios, las prohíben. Pero no hay que ignorar que con ello se pierden experiencias muy divertidas. Se acude a veces encender y agitar la luz del móvil (o celular) que a ninguna quinceañera falta y el espectáculo de tales tremulantes lucecitas es maravilloso.

Suponiendo que la comparación es legítima, tal vez el Maestro diría: se parece a una fiesta nocturna que la chiquillada femenina había preparado para recibir con gran jolgorio a los muchachotes que vendrían en busca de la prometida y una vez reunidos en el espacio colindante al domicilio que a partir de entonces sería el propio de la pareja, durante varios días, se entregaban a las danzas, los festines y las jugosas conversaciones amatorias.

Con su inseparable móvil (o celular) deslumbrarían a los recién llegados y a los muchos otros más que a la fiesta se unirían. Todos juntos as´obraban,  despertando al vecindario, cantando y bailando. Merecía tal conducta, pues desde esta circunstancia, la pareja seria por todos reconocida como familia del pueblo escogido.  

Continúa la narración. Algunas teenagers eran tontas y atolondradas y no se preocuparon del inspeccionar el estado de las baterías de sus móviles, fue entonces cuando se dieron cuenta de que estaban  agotadas. Tremenda desgracia, nadie se fijaría en ellas, a nadie reconocerían.

Era inútil que les pidieran prestados a las otras su móvil. Cada una quería disfrutar del suyo. Las manos desnudas del inseparable artilugio, las dejaban en ridículo y no hubo otro remedio que esconderse avergonzadas.

Pretendieron entrar cuando la fiesta ya había empezado, pero nadie les hizo caso, volvieron a su casa llorando, sumidas en el fracaso y deprimidas. Habían perdido la ocasión de relacionarse  con los que habían imaginado podrían ser sus soñados amantes compañeros.

Y todo porque no tenían cargada la batería. Por tal tontería, por tal imprevisión, se iban al traste tantas quiméricas ilusiones.

Se quedaron fuera.

Se queda mucha juventud hoy en día al margen de la felicidad que tanto anhelan y que discretamente disfrutan otros. Se ignora su existencia, por no ser previsora y vivir únicamente valores mediocres y perecederos.  

Tal vez toda la vida lamentarán tamaño error. Perdieron la ocasión de conocer a aquel que tanto deseaban, aun sin conocerlo, y ser felices para siempre.