XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A

DESDICHADOS LOS BUENOS

Padre Pedrojosé Ynaraja Diaz

 

LECTURAS.

 

Prov (31,10ss) Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas. Su marido se fía de ella, y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida. Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos. Extiende la mano hacia el huso, y sostiene con la palma la rueca. Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre. Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor merece alabanza. Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza.

 

 I Tes (5,1-6):

En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis, hermanos, que os escriba. Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar. Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas, Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.

 

Mt(25, 14-30)

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes."»

 

COMENTARIO

He copiado aquí le primera lectura tal como se proclamará en la misa de este domingo, pero os recomiendo, queridos lectores, que toméis la Biblia y leáis el fragmento entero, que no es largo, 21 versículos exactamente, al final del libro de los Proverbios.

Al principio cree uno que está describiendo a la mujer bíblica como a una ama de casa, ocupada en sus labores, atada a la pata de la cama, como dicta el dicho vulgar. Leído superficialmente lo puede parecer sin duda, ahora bien, haciéndolo con un poco de atención y recordando las posibilidades de aquel tiempo, ausencia de industria, por ejemplo, descubriremos que la figura femenina y sus quehaceres de la que habla la Palabra Revelada, son propios de una mujer espabilada, ingeniosa, trabajadora, nada de una flor adorno, del domicilio en el que pudiera permanecer esclavizada.

Pese a que el texto sea de tiempos lejanos y pertenezca al Antiguo Testamento, el lector, o la lectora más bien, tiene mucho que aprender y si en un hogar se vive de tal modo, no peligra entre otras cosas la violencia de género, tan temida y practicada hoy en día.

Me siento tentado a comentaros la segunda lectura, compaginando su contenido con la realidad de la pantemia que nos aflige. Y no estaría de más, pero prefiero dejarlo para otro día, deteniéndome en el texto de la tercera, la evangélica.

En otras ocasiones ya he explicado lo que era un talento. Resumo pues, no era moneda  acuñada, se trataba del valor que pudiera tener 34kg de metal precioso, en este caso la plata. Quien quiera saber lo que corresponde en euros, que consulte en la prensa a qué precio se cotiza la plata en el mercado de Londres de aquel día.

Cambio de tercio

Se acostumbra a evaluar las exigencias cristianas acudiendo a la fidelidad matrimonial, la condena del aborto, el respeto de la propiedad ajena etc. no seré yo quien lo contradiga. Estoy completamente de acuerdo con la maldad de tales procederes. Ahora bien, no es suficiente. La mayor exigencia evangélica, creo yo, es la contenida en la parábola que se proclama en la misa de este domingo.

(semejante a ella, tal vez se trate de la misma pero en diferente versión, es la de las minas (Lc 19,13 ss. Vale la pena meditar el contenido leyendo las dos, os recomiendo que lo hagáis, cuando vuestras ocupaciones os lo permitan)

Desde pequeño oigo comentar la herencia que uno puede recibir de sus padres o parientes. También he sabido de algunos que tal fortuna la derrochaban y después caían en la indigencia. Otros en cambio la aprovechaban y con lo recibido montaban una empresa consiguiendo vivir acomodadamente.

En mi caso, escuché siempre decir a mis padres que la herencia que recibiríamos sería una carrera. Me pagaron los estudios y, gracias a Dios, aprendí y continuo aprendiendo, fiel al legado que de ellos recibí.

Respecto a Dios me pasa algo semejante. He recibido de Él muchos dones. La imaginación divina es portentosa y curiosamente, se me ha facilitado grandes ocasiones de hacer el bien inesperadamente  y he tratado de corresponder a su generosidad. Dios es eternamente joven y nos contagia su juventud de tal manera, que uno no piensa nunca en jubilarse y goza de la vida siempre. Que conste que hablo de gozo o de júbilo, no de simple diversión.

Sé que debo exigirme a mí mucho más que a los demás. Cada noche pienso y anoto las vicisitudes de la jornada. Es lo que de Dios he recibido y de inmediato me pregunto ¿cómo le he correspondido yo?.

Por la mañana me aproximo al Sagrario y digo besándolo: quiero quererte, a continuación apoyando mi frente le digo: haga yo hoy tu voluntad.

Tantos años de vida y tantas mercedes me exigen mucho y trato de ser responsablemente fiel a lo recibido.

La parábola de los talentos es muy exigente, muchos la olvidan o la ignoran y viven satisfaciendo sus antojos, procurando en todo caso, exclusivamente, no hacer el mal. Tal comportamiento corresponde a lo que debe tener presente un buen ciudadano. Al cristiano se le exige mucho más. También su vivencia espiritual, su felicidad es mucho muy superior.

El pasado sábado, mientras asistía concelebrando a la beatificación de Joan Roig Diggle lo pensaba emocionado. En pocos años negoció con la Fe y la Gracia recibida con tal intensidad, que llegó a jugarse la vida de tal manera que perdiéndola, la ganó y pudo sinceramente decir a modo de despedida: “God is with me”, “Dios está conmigo” en ingles, la lengua heredada de su madre, buena maestra que fue, de su piedad. Herencia valiosa y eterna.

No pude contener mi emoción y a mí mismo me preguntaba ¿Dios está conmigo? ¿se siente cómodo en mi interior?     

Pensé en los demás. Él se jugó la vida y la perdió ganándola, con la única finalidad de que pudiera él y los demás recibir la Comunión. Aunque a muchos irrite lo que voy a decir, no me lo callo, lamento que para muchos hoy en día, la misa esté siendo un interesante serial televisivo, que a nadie compromete. Carente de Gracia sacramental, por supuesto. ¿Nadie, como era el proceder de Joan Roig, se ofrece a traerle la comunión?

Se estila ahora decir que son fieles a su cristianismo procurando  que  su vida no la domine el egoísmo, que tratan siempre de hacer el bien, ignorando la Fe, despreocupándose de la Gracia. Joan Roig se jugó la vida distribuyendo la Eucaristía clandestinamente y sorteando muchas dificultades, repito que la perdió ganándola. No fue este su único mérito, pero es lo que yo  quería señalar hoy.

He titulado el presente escrito DESDICHADOS LOS BUENOS y ahora se comprenderá el porqué.

Al testimonio de Joan Roig, hay que añadirle el de Carlo Acutis, o el de Marta Obregón, entre otros muchos.

No podemos ignorar que los mártires son las flores de la Iglesia. Si pues abundan por doquier estos testimonios jóvenes, debe alegrarnos ser testigos de la juventud de la que goza la Esposa de Jesucristo y, en todo caso, barrer y echar a la basura, los tan cacareados malos ejemplos que sabemos han estado dando quienes no han sido fieles a los muchos o los pocos talentos recibidos, que ellos no han sabido hacerlos rendir.

Pero no hay que olvidar que el valor positivo de un mártir supera con creces la maldad de un pederasta.

Al acabar esta lectura pregúntate con sinceridad, querido lector: Si ahora me muriera ¿Cuántos talentos podría ofrecer a Dios?