PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO< CICLO B

 

UN DÍA DE FIESTA PARA TODOS

 

 

Ponchino era conocido en el barrio porque era tremendo. Desde pequeño, sin tener verdadera necesidad, robaba de los puestos del mercado o de las bolsas de las señoras, en su casa era insoportable, burlón y descreído a pesar de tener unos padres excelentes. Un día a los 15 años sin decir agua va desapareció de su casa para “hacer su propia vida” y desde entonces su única entretención era el “disfrute” de la vida. Un día un amigo lo invitó a acompañarlo a esperar a otro cuate que le había prometido droga para ese día. Fueron, se sentaron en una banca de la iglesia, donde lo habían citado y esperaron un poco, precisamente cuando el sacerdote comenzaba su homilía, como hoy  en el primer domingo de Adviento, y Ponchino sin entender propiamente lo que el sacerdote proclamaba, le pareció interesante su contenido, de manera que cuando terminó la Misa pidió hablar con el sacerdote, y le manifestó que él estaba interesado en lo que le estaban proponiendo, un cambio de vida. Le dijo al sacerdote que le inspiró confianza, que a lo mejor era lo que esperaba, pero le manifestó también que por el momento no podía desprenderse de la vida que llevaba. Le refirió: “con el alcohol me siento bien chido, cuando estoy con las viejas, nomás viera, y cuando nos juntamos los cuates y nos drogamos nos sentimos en las nubes y ya no queremos bajar, usted cree, entonces cómo le hago”. Es fácil, no tienes que dejar nada, sólo hay una condición: “conviértete el día anterior a tu muerte, pide los sacramentos de la Iglesia y estarás preparado para el viaje eterno”.  Se despidieron y Ponchino se fue contento a platicarle al amigo su diálogo con el sacerdote. Salieron de la iglesia y mientras iban caminando, a Poncho le surgió la pregunta: “el padrecito me dijo que todo estaba bien mientras yo me convirtiera el día anterior a mi muerte, pero no me dijo cuándo sería eso” y se regresó, afortunadamente el sacerdote aún estaba en la iglesia y le planteó su duda. ¿Lo que no me dijo usted fue cuando será eso? Ah, exclamó el sacerdote, como no sabemos cuándo será eso porque Cristo quiso dejarlo oculto, entonces tenemos que estar preparados porque el Señor vendrá cuando menos se piense, entonces, tú tienes que convertirte desde hoy y aceptar a tu Señor, porque tu muerte puede ser el día de mañana.

 

Este dialogo nos puede introducir a nosotros en el ambiente del Adviento que dispone los corazones al encuentro con Cristo, primero como hombre, nacido en un pobladito de Galilea y luego para el encuentro grande con Cristo que nos introducirá al Verdadero Reino de los Cielos.  Y en esta ocasión iniciará  el encuentro con la Palabra del Señor el profeta Isaías:

“Tú eres Señor, nuestro padre y nuestro redentor. ¿Por qué Señor nos has permitido alejarnos de tus mandamientos      y dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte? Vuélvete por amor a tus siervos, ojalá rasgaras los cielos y bajaras estremeciendo las montañas con tu presencia. Tú sales al encuentro  del que practica  la justicia y no pierde de vista tus mandamientos. Pero todos éramos siempre rebeldes, e impuros y nuestra justicia era como trapo asqueroso. Todos estábamos marchitos, como las hojas y nuestros culpas nos arrebataban como el viento nadie invocaba tu nombre, nadie se levantaba para refugiarse en ti. Sin embargo, Señor tú eres nuestro Padre, nosotros somos el barro y tú el alfarero, todos somos hechura de tus  manos”.

 

Me entusiasma oír la confianza de Isaías que contra viento y marea afirmaba a sus contemporáneos cómo el Señor es Dios, pero es Padre cercano a sus hijos, al grado de enviarle a su Hijo Jesucristo, para lograr la unión y constituir una familia unida, pero unida y en camino hasta dejarnos en los brazos amorosos del Buen Padre Dios.  Y así quedamos hoy, primer domingo de Adviento, domingo de espera y  de gozo anticipado por  la venida de Nuestro Señor Jesucristo. Él quiere la marcha de su pueblo, él a la cabeza y por eso sus palabras: “VELEN Y ESTEN PREPARADOS PORQUE NO SABEN CUANDO LLEGARÁ EL MOMENTO, no vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos, permanezcan alerta”.

 

Con esa introducción del Profeta Isaías, estamos en condiciones de reflexionar sobre lo que el Señor desea de nosotros y al respecto me acordé de que las mamás en los viejos tiempos cantaban a sus niños para acostarlos: Dormir, dormir, dormir que cantan los gallos de San Agustín… y creo que ese canto llegaba al alma pues hoy estamos en un punto del camino en el que a todos parece que ese cantito de las madres nos llegó muy adentro, pues  dormimos y soñamos, el comerciante sueña que esta temporada se resarcirá con las compras desaforadas de Navidad. El que vende flores de nochebuena lo mismo: el chavo sueña que se llega el fin de semana y el fin de temporada para darle vuelo a la hilacha y pasar noches y noches en vela, pero no para la vida eterna, sino para embriagarse y ponerse hasta las manitas de droga que le impulsarán a pasar el siguiente día entero durmiendo plácidamente olvidado de todo. Este último no sabe que la vida es un sueño y la muerte un despertar violento e inesperado si no se supo preparar con toda una vida para ese momento.  Esto genera una situación familiar, el rico  trabaja y trabaja, y al final ya no sabe cuándo comenzó a sentir que las preocupaciones ya no le permitían dormir, y desde entonces los somníferos para conciliar el sueño eran indispensables, esto lleva consigo un adormecimiento de la propia conciencia,  lo cual lleva a que para entonces ya no haya remordimiento y se cree que todo está bien, incluso el robo, y ya no hay conciencia de que se está muriendo espiritualmente.

 

Velen, ya es hora de despertar (ROM 13, 11) levántense ya de entre los muertos y Cristo será tu luz.

Nuestra atención tendrá que ser como la  del cazador que si quiere conseguir una presa, tendrá que estar vigilante detrás de su mira o de su arma, porque el animal aparece sólo un instante  y él tiene que estar preparado. Los que frecuentan los antros también están pendiente de la mejor bebida, del mejor ritmo para bailar, de la mejor mujer para pasarla bien y nunca se piensa en el cansancio del día siguiente, ni de los peligros de la salida donde mucha gente se enfrenta a los robos o a la misma muerte.

 

Fue claro lo del TITANIC, en los días de su estreno, dicen que el barco fue advertido de que un iceberg caminaba directamente al barco pero todos estaban entretenidos en la cena, en la baile, habían invertido tanto dinero y nadie hizo caso de las advertencias, hasta que vino el choque a consecuencia del cual murieron ahogadas cientos de personas.

 

Cristo vuelve a decirlo con mejores palabras que yo: “recuerden aquellos días, la gente comía y bebía, se casaban  hasta el día en que llegó el diluvio y se los llevó a todos”. Mat 24, 38-39

 

Los ejemplos podrían seguir, pero bastaría pensar un poquito en el Señor y separar para él  momentos claves de nuestra vida y proceder como los novios que están siempre pensando uno en el  otro, hasta que pueden verse juntos, o como el barro que espera las manos expertas del alfarero que del simple barro realiza creaciones que nos dejan admirados de lo que pudieron hacer solo dos manos.

Al  final de mis palabras se impone una oración de cada uno de nosotros, para que sin miedos tontos, y sin darle largas al asunto, nosotros vivamos convertidos al Señor, para poder  oír en aquel día: Vengan benditos de mi Padre, entren al gozo de mi Señor.

 

Aunque nunca me escriben, los quiere y los aprecia el P. Alberto Ramírez Mozqueda que está en alberamozq@gmail.com