DOMINGO I DE ADVIENTO CICLO B

 P. Emilio Betancur

 

PANDEMIA Y ADVIENTO

Este es el primer adviento en la pandemia del coronavirus que empezó hace un año 2019, la economía tiene el interés de reabrir el comercio, el trabajo desde la casa se está volvió normal, el cambio en la educación ha sido más rápido que lo esperado con el sistema virtual; lo mismo ha ocurrido con los cultos religiosos, sumando la crisis económica y de salud pública; es tan profundo el cambio que algunos hablan de “reinventarse” Otros de muy alto vuelo racional que no razonable piensan y creen que la solución está en “un gran inicio de las economías políticas y sociales para cuidar y sostener los progresos anteriores a la pandemia; así, dicen ellos, duden muchos escépticos de los resultados de la globalización. Los nuevos sabios de la economía piensan que lo que nos está ocurriendo es “un simple paso pragmático” para hacer al mundo más resiliente, de mayor aguante; y ese es el reto que solo puede afrontar el neoliberalismo, como nuevo tipo de capitalismo. Así el “gran reinicio” tendrá la misión de escuchar a los pobres y la voz de quienes se quedaron rezagados. ¡Y porque no lo hicieron antes o en la pandemia!

Isaías a nombre de Yahvé nos dejó este mensaje de adviento en tiempos de epidemia: “No recuerden lo de antaño, no piensen en lo antiguo; miren lo que realizo para ustedes: el pueblo que yo me formé, para que proclamara mi Alianza (Fe y justicia) en alabanza”. (Is43,18-21). “Y sin embargo Señor a pesar de nuestras culpas, tú sigues siendo nuestro Padre; nosotros somos la arcilla, y tú el alfarero: ¡Somos todos obra de tu mano!” (primera lectura).

El primer don que Dios nos da en tiempos de pandemia, es su tiempo llamado Adviento para nuestra consolación, esperanza; remover nuestra incertidumbre actual para mirar hacia delante y hacia lo lejos. “Gozosos en la esperanza”, “que el Dios de la esperanza colme vuestra fe de alegría y de paz” (Rm. 12,12; 15,13). El Adviento es un tiempo de Dios, no nuestro, no es mi tiempo para hacer libre voluntad, menos el tiempo del consumismo negando el adviento para decirnos que ya estamos en Navidad con la mitad de los recursos de la prima para adelantar las compras. El consumismo no requiere de Adviento, ni se puede suponer. Para los creyentes el primer ejercicio del Adviento es cuidar su interior, como Jesús que descubrió a Dios como Padre, en su interior; lo mismo la revelación de Jesús a nosotros es de intimidad a intimidad, “Felipe quien me ve a mí, ve al Padre” (Jn. 14,9). En la intimidad es donde Dios se deja sentir en la fe, cuenta más el interior. En la religión lo exterior y el consumismo las ventas; puede ser que por eso se hable de “consumismo religioso” El Adviento requiere la necesidad de hacer un barrido interior de los obstáculos que nos impiden saber que es lo único que quiere Dios para nosotros. El barrido puede hacerlo Dios con en el sacramento de la Penitencia, conversión. Es más difícil la conversión en Adviento que en Pascua por aquello del “barrido”.

¡Qué es el Adviento sino una especie de brújula, conversión, palabra de Dios, que siempre nos mantiene orientados por la escucha hacia el norte de la Encarnación y la Pascua! Hagamos desde nuestro interior la experiencia del profeta Isaías y del salmo; “Tú señor eres nuestro Padre; ése es tu nombre desde siempre. Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia. Desentendiste (te encarnaste) y los montes se estremecieron con tu presencia. Jamás se oyó decir, que nadie vio jamás que otro Dios fuera de ti, hiciera tales cosas en favor de los que esperan en Ti. Tú sales al encuentro del que practica alegremente la justicia y no pierde de vista los mandamientos”. (primera lectura). “Mira tu viña y visítala; protege la cepa plantada por tu mano, el renuevo que tú mismo cultivaste. Que tu diestra defienda al que elegiste, al hombre que has fortalecido. Ya no nos alejaremos de ti; consérvanos la vida y alabaremos tu misericordia (Sal. 79)

ES HORA DE DESPERTAR DEL SUEÑO

Las cuatro semanas de Adviento, preparación para la Navidad se pueden llenar de luces y motivos culturales pero nuestro interior todavía sigue a oscuras; suficiente seguridad por fuera para cuidar la gente y los alumbrados, pero nuestro interior descuidado y frágil sin ninguna paz. El evangelio de Marcos, del primer domingo de Adviento nos llama la atención para que no vayamos a perder la Encarnación de Jesús. “Permanezcan pues vigilantes no sea que Jesús llegue de repente y los encuentre dormidos. Lo que les digo a ustedes, lo digo a todos: permanezcan en vela. El adviento tiene la ventaja de haber sido un pronóstico a largo plazo, pero ya cumplido: Nos preparamos, con el adviento, para lo ya cumplido: navidad; pero no solo para recordar. La esperanza no depende de pronósticos, pero si de advientos (promesas hechas por Dios) ¡El Adviento es justo empezarlo ya! porque llevamos demasiado tiempo, dos mil años, de la promesa cumplida; y no pocos permanecemos desentendidos, sin darnos por enterados del hecho más universal en la historia de la humanidad, “Vino a os suyos y los suyos no lo recibieron. A cuantos lo recibieron, que creen en su nombre, les dio capacidad de ser hijos de Dios” (Jn. 1, 12). “Daos cuenta del momento en que vivís, ya es hora de despertar del sueño, porque ahora nuestra salvación esta más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad” (Rm 13,11ss)