II  DOMINGO  DE  ADVIENTO   (B)  (Marc. 1,1-8)

-  El Adviento tiene tres grandes figuras, evocadoras del Nacimiento de Cristo:

 Isaías,  El Bautista,  y, ¡como no!,  María.

-  ISAÍAS es, el  profeta, por antonomasia, que anunció al futuro Mesías.

-  EL BAUTISTA, el mensajero inmediato que prepara su camino.

-  Y MARÍA, la singular criatura elegida por Dios para que pudiera realizarse la Encarnación del Hijo de Dios, “nacido de mujer” como diría San Pablo.

-  En este 21 Domingo de Adviento, Juan Bautista, es el que se constituye en protagonista. El hace suyas las proféticas palabras de Isaías de la 1 lectura:

“Dios ha mandado abajarse a los montes elevados, a todas las colinas     encumbradas, ha mandado que se llenen los barrancos hasta allanar el suelo, para que Israel camine con seguridad, guiado por la gloria de Dios”

-  Hay un perfecto paralelismo entre las expresiones utilizadas por Isaías y el mensaje del Precursor: “rebajad montes”, “allanad collados”, y ambos mensajes son, metafóricamente, una clara llamada a la conversión.

     )Qué tipo de conversión es la que predica el Bautista a orillas del Jordán?

-  La naturaleza de esta conversión, a la que se está invitando, va mucho más allá de un simple, evitar el pecado. El sentido original de la palabra  griega utilizada por Juan Bautista, metanoia”, para llamar a la conversión, significa, etimológicamente, cambio profundo de mentalidad y actitudes, y eso va más allá del simple abandono del pecado.

- Posiblemente, los que escuchaban a Juan Bautista, que carecían de nuestros conocimientos actuales, no entendieran ese profundo alcance de la conversión a la que los llamaba el Bautista pero, nosotros hoy, con la abundante doctrina que hemos recibido del Señor, somos inexcusables de no percatarnos de lo que Cristo nos pide cuando nos llama a la conversión.

- Y, a esta exigente acepción de la palabra conversión es a la que nos llama el Señor en el Adviento: no sólo a apartarnos del pecado, sino a un cambio de mentalidad por la que, en adelante:

              -. Cambie nuestra jerarquía de valores,

-  Pongamos nuestros criterios en consonancia con los del Evangelio.     -  Dejemos de conducirnos en nuestra vida, por sólo criterios humanos.

  -  Y adaptemos a nuestra vida el espíritu de las Bienaventuranzas.

  - ¡Esta es la proclama de este Tiempo Litúrgico! Y, desde esta perspectiva podemos percataros de que el Adviento, no es un simple tiempo cíclico, sino una comprometedora ocasión, que nos ofrece cada año la Iglesia, para madurar nuestra vida cristiana  ya que, la Fe no es sólo para creerla, sino para vivirla.

  - Aprovechemos este tiempo “de Gracia” y de “conversión” y nos estaremos disponiendo, cristianamente, para salir al encuentro del Señor en la Navidad.

                                                                                                Guillermo Soto

 

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