NO TE CONOZCO

Domingo 3º de Adviento, B.

 

“En medio de vosotros hay uno que no conocéis”

(Jn 1,26)

 

Señor Jesús, te confieso que esta frase de Juan el Bautista siempre me ha parecido muy apropiada a la misión que me ha sido confiada. Estaba convencido de que ese era el mensaje que yo debería gritar a los cuatro vientos.

 Ese convencimiento me hacía sentirme importante. Yo era el protagonista de esa misión. Me proporcionaba una íntima satisfacción pensar que muchas personas habrían llegado a conocerte, gracias a mi pregón. O, tal vez llegarían algún día a descubrir tu presencia que les había pasado inadvertida.

Era muy gratificante saberse necesario. Un guía que acompaña a quien desea descubrir tesoros escondidos. Un presentador que ayuda a los demás a reconocer al ilustre personaje que tienen a su lado. Un introductor de embajadores.

Un profeta enviado de lo alto. Un mensajero celestial. Un precursor del Señor. ¿Qué más podía desear? Pero el paso de los años, las mil vicisitudes y dificultades de la vida y algún sincero examen de conciencia me han obligado a situarme en el otro lado.

Reconozco que soy uno de aquellos destinatarios del mensaje del Bautista. Como ellos, yo también presumo de observar las normas de la Ley y de practicar fielmente los ritos en el Templo. Recorro los caminos y bajo hasta el Jordán para escuchar al profeta, aunque solo movido por la curiosidad ante lo nuevo.

Me ha costado mucho entender que yo soy uno de aquellos que caminaban junto a ti y no te conocían. Ese es el drama. Yo hablo de ti a los demás y no te conozco de verdad. Hablo a veces contigo sin saber quién eres. Es decir, no acabo de aceptar lo que tú eres y lo que eres para mí.

 Oh Señor, me duele en el alma esta ignorancia culpable. Es sabido que la fe nace del encuentro. Pero yo he perdido mil ocasiones de encontrarme realmente contigo. Perdona este egoísmo que me ha llevado a vivir tan centrado solo en mí mismo. Ten misericordia de mí. Amén.

 

José-Román Flecha Andrés