III Domingo de Adviento, Ciclo B

SOPLAR Y SORBER NO PUEDEN JUNTOS SER

 

a 2 El bautismo de Jesús y Juan el Bautista - bibliamarianaoEn nuestro querido México hace algunos años, no sé cuántos, productos no precisamente de primera necesidad como discos, películas y vinos comenzaron a encarecer, los comerciantes se dieron a la tarea de falsificarlos y dieron lugar a productos adulterados que hemos dado en llamar PIRATAS que se expenden a la vista de todos y que han generado buenos ingresos económicos a sus productores. Ignoro si esto se de en otros países, pero yo quiero referirme a la figura de Juan Bautista que cuando comenzó a predicar en el desierto, cerca de Jerusalén, la gente de esa ciudad y de todos los alrededores venían a escucharlo, y quedaban convencidos de su veracidad, al grado de que reconocían sus pecados y se dejaban bautizar por él en el Jordán. Esto alarmó a las autoridades religiosas y civiles de Jerusalén y de su templo. Había muchos intereses económicos y les enchilaba la boca el que un hombre al parecer tan estrafalario pudiera estar quitándoles la clientela, de manera que enviaron embajadores a someterlo a un severo interrogatorio y le preguntaban entonces acuciosamente: “eres tú el Mesías…o Elías… o el Profeta…?” y la respuesta era siempre tajante: “No”, lo que exasperó a aquellas gentes que volvieron a insistir hasta con cierta insolencia: “Entonces quien eres tú? Y si no eres ni el Mesías, ni Elías ni el Profeta, entonces por qué razón bautizas a toda esta gente?”. Me imagino a esas gentes que caían en la  cuenta  de que no estaban ante un producto adulterado y se daban cuenta que Juan era un hombre sincero y que de ninguna manera se hacía pasar por el Enviado de lo Alto. En todas las ocasiones Juan afirmó ser un simple embajador que daba a conocer la presencia entre los hombres del Mesías que venía a bautizar pero no  simplemente como él, con agua, colaborando al reconocimiento de los propios pecados, sino con el fuego y con el Espíritu Santo que él daría a todos los que se acercaran a él, porqué él venía precisamente a buscarnos a todos para invitarnos al banquete de la nueva vida. Los enviados quedaron convencidos de que Juanito no estaba “vendiendo” un producto adulterado y de que él mismo estaba en su lugar, sin embargo no quedaron a gusto hasta que lo mataron de una manera vil, descarada y totalmente inútil.

 

De manera que es tiempo de situar a Cristo el que anunciaba el profeta y aquí nos enlazamos con el Apóstol San Pablo que nos recomienda estar siempre alegres y no olvidarnos de la oración, pues esa es la voluntad de Dios en Cristo Jesús además de dar gracias en toda ocasión, manteniéndonos libres de todo mal gracias al Espíritu Santo que habita en nosotros, que nos santificará totalmente, y nos mantendrá en cuerpo y alma sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.

 

Y llegados a este punto, aún dentro de este clima de austeridad en el que nos encontramos, ya las fachadas de los edificios, de los comercios y de las casas, destacan las luces multicolores, que nos hacen pensar que estamos cerca ya del día de navidad. He aprendido que esas manifestaciones son importantes y necesarias, pero creo que tendríamos que preguntarnos, a cuál festejo queremos unirnos: ¿A la NAVIDAD o a la navidad? Porque en  esta segunda sólo se habla de regalos, de fiesta de fin de año, de cenas, de una alegría que muchas veces está conectada con el alcohol, los bailes que se prolongan por toda la noche,  a veces con excesos de lascivia y sexualidad, y si somos sinceros, en esta celebración, Cristo no está presente, no se le nota por ninguna parte y en cierto modo se le siente como incómodo y a veces hasta molesto pues estorba la alegría de todos los comensales. Pensemos que al momento de la cena llega un vecino a tocar a tu puerta porque su mujer necesita trasladarse de urgencia al hospital porque su parto se ha complicado y necesita pronta atención. O dos migrantes llegan con auténtica cara de hambre buscando un poco de pan para poder pasar esa noche, o el hijo que llamó para decir que en el camino a casa se descompuso su coche y está pasando un frío terrible. Eso te sacará de tus casillas y sentirás que esa noche no es para meterse en broncas y que tú necesitas ese tiempo para festejar, pero festejar ¿qué?, pues precisamente la llegada del Salvador, presente en cada una de esas personas que te necesitan y necesitan tu auxilio. Aquí pienso en naciones enteras que no tienen una relación directa con Cristo ni con su Iglesia, pero que también tienen su festejo, sus adornos, su cena y sus regalos, pero, en el fondo, la misma pregunta: ¿festejar qué?

 

La segunda celebración, la NAVIDAD quitados los excesos, también cuenta con la alegría, la cena, los regalos simbólicos y las luces, pero ahí el personaje principal e imprescindible es precisamente Cristo Jesús, el Enviado, el Salvador y el que trae la verdadera alegría a todos los corazones y que no estorba en las necesidades de los demás, porque está  en cada uno de ellos esperando tu ayuda, tu cariño y tu comprensión.

 

Mi deseo para todos los lectores será una Navidad verdaderamente Cristiana, con ese Cristo que nos alucinaba solemnemente el Bautista. Ese Cristo que no se aferró a su condición de Hijo de Dios y dejar la gloria que tenía cerca del Padre, y que se hace hombre, descendiendo hasta lo último, nacer y vivir entre los pobres, dando su vida por todos ellos, y marcando el camino para que un día, todos nosotros subamos con él, para vivir siempre en la presencia del Buen Padre Dios.

 

Los saluda su amigo el P. Alberto Ramírez Mozqueda que los invita a difundir mi mensaje. Estoy en alberamozq@gmail.com