II  DOMINGO DESPUÉS DE NAVIDAD (Ciclo B) (Juan, I, 1-18) 

 “Mas …, a cuántos lo recibieron, les da poder para ser hijos de Dios” 

              

Jesucristo es Dios

-  Es conocido que a cada uno de los cuatro evangelistas se les aplica un icono de los “cuatro vivientes del Apocalipsis”, (Apoc. 4,6-8), en función del paralelismo que existe entre estos iconos y el contenido de sus escritos. – Y en este reparto, a San Juan, (el autor del Evangelio de hoy) se le aplica el icono o emblema del “águila”, queriendo representar así la altura a la que se remonta su pensamiento, sobre todo, a la hora de desvelarnos, como ningún otro, el gran Misterio de la Divinidad de Cristo.

-  El Evangelio de hoy es una buena prueba de ello. No se puede expresar de manera más sencilla y a la vez de forma más sublime y profunda, este Misterio insondable del eterno Hijo de Dios hecho hombre.

- Juan abre su Evangelio con una declaración, sencilla, y solemne a la vez, sobre la Divinidad de Jesucristo, afirmándonos que:

- Jesucristo, la 2ª Persona, vive desde siempre, lo que significa 

   reconocer su eternidad,  algo exclusivo y propio de Dios:

                      “En el principio ya existía la Palabra y Palabra era Dios”

                -  Y, a continuación, afirma rotundamente su Divinidad:

                      “Y la Palabra (el Verbo hecho carne) era Dios”.

-  Es importante tener en cuenta que, la Divinidad de Cristo, que confesamos en el Credo, es una verdad fundamental de nuestra Fe, que no podemos limitarnos a recitarla rutinariamente. Jesucristo, no es sólo un hombre excepcional, o el hombre más perfecto que jamás haya existido, ¡que también! Jesucristo, por cima de todo, es Dios y posee la misma Gloria del Padre y del Espíritu Santo, como nos lo recuerda San Juan en este Prólogo de su  Evangelio. Es acertado que hoy se celebre el Dulce Nombre de Jesús

Nosotros: hijos de Dios

- En la segunda parte de su Prólogo San Juan, hace referencia a la estremecedora falta de acogida que tuvo entre los hombres Encarnación del Hijo de Dios, el insondable misterio del amor de Dios a los hombres:

“Vino a los suyos y los suyos no le recibieron”

-  Pero Juan va a concluir su Prologo revelándonos la incomparable dicha que nos espera a quienes lo confesamos y lo recibimos como Hijo de Dios:

“Mas, a cuantos le recibieron les da poder para ser hijos de Dios”

-  ¡Este Domingo es una buena ocasión para reconocer y agradecer a Dios el maravilloso Don de nuestra Filiación Divina!                            Guillermo Soto