SOLEMNIDAD DE SANTA MARIA, MADRE DE DIOS
(1 de enero
de 2021)
Jornada Mundial de la Paz
Lecturas bíblicas:
a.- Núm. 6, 22-27: Bendición sobre el pueblo.
En la primera lectura, encontramos
una introducción (vv. 22-23), la fórmula litúrgica de bendición propiamente
(vv. 24-26), y la conclusión (v. 27). Se trata de la fórmula para bendecir al
pueblo reunido en el templo, conocida como “Bendición Aarónica”, precisamente
llamada así por la costumbre de Aarón de bendecir al pueblo (cfr. Lv.9,27). Con
frecuencia el pueblo invocaba la bendición de Dios. En la visión religiosa de
Israel, la bendición, es sinónimo de protección de Dios a quienes la reciben.
Quizás sea esa la razón por la cual, en este libro de prescripciones para
mantener la pureza de la fe, se conserve también esta antigua fórmula de
bendición. La integridad de la fe y la paz en el pueblo, fruto de la enseñanza
sacerdotal es también, fruto de la bendición de Dios. Esta bendición el autor
sagrado la relaciona con el sacerdocio aaronita, que tenía la atribución de
bendecir al pueblo, después del exilio (Dt.10,8; 21,5). Con la invocación de la
bendición de Yahvé, se actualiza el vínculo de la elección del pueblo por parte
de Dios. Israel, lleva el nombre de Yahvé como una esposa y a ese Nombre le
afecta, la fidelidad o infidelidad de Israel. Cuando el rey tenía atribuciones
sacerdotales, como David y Salomón, era su deber bendecir al pueblo (cfr.2Sam.
6,18: 1 Re. 8,14.55). El lugar propio de la bendición es el templo, la asamblea
reunida en su Nombre, va a su encuentro. Este es el motivo para que Yahvé se
haga presente. El sacerdote, mediador entre Dios y la asamblea invoca el nombre
del Señor sobre el pueblo; hace presente a Yahvé en medio de los que han venido
a su encuentro. El mismo nombre de Yahvé, es ya una bendición (Jr.15,16). Es
una bendición tripartita: tres veces se menciona el nombre de Yahvé. Primero se
trata de pedir bienes muy concretos. Bendición y protección. “Que
Yahvé te bendiga y te guarde” (v. 24). El mismo Señor, es el origen de
toda bendición con su Presencia, porque es portador y fuente de todas las
bendiciones. Yahvé quiere guardarnos, protegernos para que no perdamos esa
bendición, debemos conservarla como un tesoro (cfr. Sal. 121,1-8). Nos protege
Dios, si guardamos sus mandamientos (cfr. Ex. 20,6). Segundo apunta a las
disposiciones con se quiere que el Yahvé contemple al bendecido. “Ilumine
Yahvé su rostro sobre ti y te sea propicio” (v.25). Cuando el pueblo obedece, Yahvé hace resplandecer su
Rostro sobre ellos, lo que viene a significar que nos lleva a su Presencia,
fruto de una relación de fidelidad que nos hace contar con su gracia y favor.
Vivir en la presencia de Dios, hace que el creyente también comience a
resplandecer, o sea, reflejar la luz de Dios, en medio de la comunidad (cfr.
Ex.34, 29; Sal. 4,6; 27,7-11; 67,1-3; 89,15-16; 119,135; Mt. 5, 16). Que Dios
sea propicio, se refiere a ser misericordioso, recibir el creyente un favor no
merecido; una gracia de parte de Dios, que se inclina con bondad en favor del
hombre. Finalmente, la bendición alcanza su ápex, al implorar poder contemplar
el rostro de Dios y la paz, comprendida como armonía y plenitud de justicia
entre los hombres. “Que Yahvé te muestre su rostro y te conceda su paz” (v.26). Es
Yahvé quien muestra su Rostro benevolente, no aireado, es misericordioso con su
pueblo rebelde (cfr. Gn. 4,6; Jr.3, 12). Si sale en
busca del pecador, es para perdonarle y que regrese a ÉL. La paz, viene a
significar, bienestar total, don integral que toca toda la existencia, el deseo
de Yahvé es que a su pueblo nada le falte y viva en paz con sus vecinos y sobre
todo con ÉL. El mayor fruto de la paz es la justicia y la santidad, que no era
sólo exigencia para sus sacerdotes, sino que la exigencia es para toda la
nación (cfr. 19,5-6; Mal.2, 4-7). “Que
invoquen así mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré.” (v.
27). Invocar el nombre de Yahvé, es poner su Nombre todo el pueblo. El sacerdote
cuando proclama la bendición sobre la asamblea, coloca su Nombre sobre los
hijos de Israel. Llevar el Nombre de Yahvé, significa que Dios nos considera de
su familia (cfr. Mt. 6, 31-33). En esta Navidad,
Jesucristo es la gran bendición del Padre para cada uno de sus hijos, el mejor
Don, regalo que podemos recibir con agradecimiento. Dios da su bendición, a
quien la pide, la busca, hasta darse ÉL mismo en ella, en Jesús actualización
de la elección divina de donde vienen a la Iglesia, con María, nuevo pueblo de
Dios, todas las gracias y bendiciones.
b.- Gál. 4, 4-7: Envió Dios a su
Hijo, nacido de mujer.
El apóstol, nos
introduce en el misterio de la Encarnación, la que ocurre en la plenitud de los
tiempos, fin de una larga esperanza de los hombres, de Israel. Tiene como
efecto la filiación divina en los hombres, ser hijos en el Hijo, y la
liberación de la esclavitud de la Ley mosaica, a cambio de vivir de la fe en el
Hijo de Dios.
Considerar el dato histórico de la presencia
de María, Madre de Dios, en la historia de la salvación, en el misterio de la
Encarnación, nos presenta las vías normales que conocen los hombres para llegar
a este mundo: la paternidad y maternidad, a lo que se agrega la Ley de Moisés
para los nacidos en Israel. Cristo nace de una mujer, de María, bajo la tutela
de la Ley. El Verbo de Dios, se inserta
en el tejido de la historia humana. El Hijo de Dios emerge, desde dentro de dicha
historia, un hombre que lleva en Sí todas las consecuencias de la alienación
humana, nacido bajo la Ley de Israel, hijo de la historia de su pueblo (cfr.
Gal. 3, 13). Mientras María lo inserta entre los hombres, dándole un cue rpo humano al Hijo de Dios,
haciéndolo solidario con la estirpe que ha venido a redimir, sus hermanos, la
Ley de Moisés lo introducen en la vía de la salvación de su pueblo Israel. La mayor
contribución de María, es introducirle en una familia, sus parientes, a los que
viene a liberar, convirtiéndoles como ÉL, en hijos de Dios (cfr. Rm. 8,15-16; Ef. 1,10; Col. 2,20). Con María, nueva Eva, se
realiza el encuentro de Dios con la nueva humanidad, representada por Ella y
con Ella, hijos de Dios en Jesucristo, su amado Hijo.
c.- Lc. 2, 16-21: Le pusieron por
Nombre Jesús.
El evangelio nos narra
la ida de los pastores a Belén (vv.16-20), y la circuncisión e imposición del Nombre
Jesús (v.21). El protagonismo de los ángeles, pasa ahora los pastores que,
puestos de acuerdo deciden ir a Belén. Si van es porque han creído al anuncio
de los ángeles, ahora quieren ver lo escuchado, van toda prisa, obedecen a lo
revelado (v.15). Verifican lo anunciado: lo primero que encontraron fue la
pobreza y humildad de la familia, que hace de contrapunto de la grandeza que
habían escuchado cuando se les habló del recién nacido; encontraron al Niño
acostado en el pesebre y a sus padres (v.16). Lo esencial no es tanto la
aparición del ángel, sino haber constatado el hallazgo del Niño, según lo dicho
en el anuncio. A Jesús, lo encuentran junto a María, la primera que cree a lo
anunciado por el Ángel Gabriel. Madre, por su Sí a la palabra de Dios, acoge el
misterio en un silencio hecho oración. Delante de ellos está el Salvador, retoño
que germinó de la dinastía de David, la esperanza de Israel, de Dios su
respuesta. Cuentan a los padres del Niño, todo cuanto se ha dicho de ÉL, de
parte de los ángeles: todo lo dicho del Niño, es verdad (v.17; cfr.1Cor.15,1-5).
“Y todos los que lo oyeron” (v.18), a los pastores se enteraron de mensaje angélico
sobre ese Niño, sólo les quedó la admiración (v.18; cfr. Lc.1,21.63; 2,33;
Hch.3,12). El evangelista descorre un velo entre la admiración de los pastores
y las otras personas presentes y la reacción de María una actitud contemplativa,
de cara al misterio de la Encarnación, lo guarda todo esto en su corazón (v.19).
Los primeros se quedaron maravillados, en cambio, la Madre, profundiza lo
acontecido en su corazón. No se trata de recordar lo vivido, sino hacerlo suyo,
lo mismo con lo escuchado. El movimiento interno del corazón, viene a
significar saber interpretar verdades oscuras con la luz de la fe. El corazón para el hombre bíblico, es la sede
de la sabiduría, de las decisiones, pensamientos, afectos, sobre, residencia
del amor. Esta actitud de María encuentra su raíz en la literatura sapiencial
que consiste no sólo en interpretar lo escuchado en el pasado sino ajustar la
propia existencia a dichas profecías (cfr. Gen.37,11; Eclo.39,1-3; Dan.7,28;
8,26; Ap.1,3; 22,7). Con todo María anticipa la actitud que todo discípulo de
Cristo deberá tener para ser tal. Ella será la primera y más perfecta discípula
de Cristo (MC 35).
Cumplida su misión, los
pastores convertidos por Dios en testigos y heraldos del recién nacido, se
vuelven glorificando a Dios (v. 20; cfr. Lc.5, 25-26; 7,16; 13,13; 17,15;
18,43; 19,37; 23,47; 24,53; Hch. 2, 47). En un
segundo estadio, tenemos la circuncisión del Niño, lo que nos introduce en la
experiencia cultual de Israel, signo de la pertenencia a Israel, garantía del
cumplimiento de las promesas divinas (cfr. Gn.
17,1-10; Ex. 24,8; 12,48). El evangelista, señala este hecho de la vida de
Jesús, para señalar su pertenencia a Israel y resaltar la obediencia a la Ley de
su familia (cfr. Flp.2,8). En la imposición del Nombre, Dios había dispuesto
que se llamara Jesús con lo que el evangelista quiere desatacar que sólo Dios
es su Padre. Por otra parte, una novedad a la que Lucas nos va acostumbrando: el
nombre lo ponía el padre, con ello se indica su función y su destino: el Niño
se llamará Jesús, es decir, Dios salva. Son los tiempos nuevos del Mesías. La
maternidad de María, es una vía gozosa y dolorosa de aquí en adelante. El Sí
dado a la palabra de su Hijo, ilumina y reconforta su corazón donde ella las
medita y guarda. La primera etapa de su maternidad comienza en Belén y llega
hasta el Calvario, ahí comenzará otra etapa como Madre de la Iglesia. María,
ora por una paz abundante y estable para toda la humanidad.
S. Isabel de la
Trinidad, carmelita, nos habla de la Virgen del Adviento, es modelo de las
almas orantes y contemplativas que en María aprenden a dialogar con el Verbo de
Dios en lo interior de sus almas. “La actitud observada por la Virgen durante
los meses que trascurrieron entre la Anunciación y la Navidad debe ser el ideal
de las almas interiores, de esos seres que Dios ha elegido para vivir dentro de
sí, en el abismo sin fondo. ¡Con qué paz, con qué recogimiento se sometía y se
entregaba María a todas las cosas! Hasta las más vulgares quedaban divinizadas
en Ella pues la Virgen permanecía siendo la adoradora del don de Dios en todos
sus actos” (El cielo en la tierra. Día décimo).
P. Julio González C.
Pastoral de
Espiritualidad de Carmelitana.
Página Web de la
Parroquia Virgen del Carmen: www.carmelitasviña.cl.