DOMINGO IV TIEMPO ORDINARIO CICLO B

“YO SOY JESÚS DE NAZARET EL QUE TU PERSIGUES” (Hch. 22,8)

P. Emilio Betancur

Desde que Pablo recibió el encargo del Sanedrín para enjuiciar en Jerusalén a la comunidad cristiana de Damasco; no volvió a entrar en una sinagoga porque medió el encuentro con el Resucitado quien se identificó con la comunidad a quien Pablo perseguía “Yo soy Jesús de Nazaret el que tu persigues” (Hch. 22, 3-16). Jesús se identificaba con la comunidad de Damasco a la que se accedía por el bautismo recibido de Ananías abandonando así la sinagoga; “para seguir a Jesús sin ataduras como preocupaciones, divisiones o libertinajes sin olvidar que el cuerpo es el templo de Espíritu Santo” (1 Cor6,18-19). “Esto lo digo para su bien, no para quitarles la libertad, sino para proponerles lo mejor: servir al Señor sin distracciones (segunda lectura). Estando en Cafarnaúm ingresó a la sinagoga, sin duda con sus discípulos, el sábado fiesta del Shabat “para enseñar.” Todos quedaron asombrados por la autoridad distinta a los Escribas para interpretar las Escrituras “Entró un hombre que tenía un espíritu maligno y se puso a gritar; Déjanos en paz Jesús de Nazaret ¡Viniste a destruirnos! eres el santo de Dios Jesús le ordenó: Cállate y sal de él” (evangelio). Ahora los discípulos comenzaron a comprender lo que significaba: “vengan y los haré pescadores de hombres” (Mc 5,19). Jesús nunca creyó por su experiencia que los ritos de purificación de la sinagoga fueran suficientes ante el mal expandido en Israel; conocen la autoridad de Jesús, pero nunca piden la sanación: “sé que eres el consagrado por Dios” (evangelio). En esta época de pandemia con las ciencias de la salud en crisis, la economía con su modelo de desarrollo a la baja social, la política con su arma de polarización, todos diciendo que las enseñanzas de Jesús no tienen jurisdicción sobre ellos; por tratarse de una sociedad y estado laico. Hoy requieren también sanación. El daño ético y social que se hace con la palabra - cizaña de las Redes Sociales que siempre merecen una pegunta: ¿Si será cierto?; ¡mas grave es cuando todo se cree cierto! A todos los prejuicios y males anteriores Jesús contesta ¡silénciate, y sal de él! Jesús sana la palabra desde el interior donde está el mal; creando un hombre interiormente sano; con el claro conocimiento de que el hombre pertenece a una cultura embrujada por el mal. Para hacer frente al mal Dios le regala a Israel, como signo de amor, a Moisés, profeta honrado con la palabra de Dios a sus hermanos; para sacarlos de la esclavitud a la alianza, fe en Yahvé y justicia entre ellos. Así quedaba exorcizada la palabra engañosa del faraón. Es una Palabra que no busca solo convencer sino cambiar al oyente. Después de la pandemia es muy difícil que tengamos una vida fácil; seguro que muchos saldrán mas empobrecidos otros menos enriquecidos; pero todos podemos ser más fuertes, y solidarios con una mayor dosis de espiritualidad; de no hacerlo así queda inútil la pérdida de la vida de los cercanos y de los otros hermanos que no conocimos.

LA PALABRA DE DIOS EN TIEMPOS DE COVID-19 (PAPA FRANCISCO, EL DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS 2021)

“Quédate en casa” ha sido el eslogan repetido de la pandemia. Esta invitación ha puesto a prueba nuestro sentido de solidaridad y de disciplina ciudadana. Ha sido también una buena oportunidad para desarrollar la creatividad, explorar nuevas dimensiones de la convivencia familiar y redescubrir el hogar como un espacio de oración y comunión de fe. Dios entra para anunciar una buena noticia, para transformar las realidades, para proponer nuevos comienzos. Preguntémonos: ¿Quién vive en mi casa? Si Jesús entrara en mi casa, ¿qué encontraría? ¿Qué le pediría que hiciera por mí (por nosotros)? ¿Cómo vivimos nuestra fe en casa? En este período de pandemia, nuestros corazones han estado habitados por muchos miedos que se extienden a cada rincón de la casa. El punto de partida, por lo tanto, es dar la bienvenida a la paz para que abra los corazones y nos permita seguir explorando otros aspectos que necesitan ser sanados y transformados. En primer lugar, debemos dejar atrás tantas distracciones que dificultan el diálogo, y luego debemos fomentar el reencuentro. Las redes sociales, por ejemplo, han sido grandes aliadas para superar el dolor causado por el aislamiento, instrumentos para el estudio y el trabajo, instrumentos que permiten el acompañamiento espiritual. Sin embargo, al mismo tiempo, pueden “narcotizarnos” y hacernos vivir un mundo virtual paralelo al lado de personas reales que evitamos y que nos necesitan. Evaluemos: ¿Se siente la presencia de Dios en mi casa? ¿Cómo puedo fomentar un ambiente de paz? ¿Es importante para mí (nosotros) leer y escuchar la Palabra de Dios? ¿Qué hago para mejorar mis relaciones en casa? ¿Paso tiempo con mi familia? ¿Percibo que las familias son una prioridad para la atención pastoral de la parroquia? La fe de una familia que vive la Buena Noticia de Jesús Resucitado se convierte en la levadura que «una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta» (Mt 13,33). Desde esta nueva perspectiva cambia también la forma de ver el mundo. El planeta entero es percibido como nuestra “casa común” (Laudato si, 1.13.232) y la humanidad como una “gran familia” (Fratelli tutti, 26.62). El Papa Francisco lo dice claramente con estas palabras: “Pero no puedo reducir mi vida a la relación con un pequeño grupo, ni siquiera a mi propia familia, porque es imposible entenderme sin un tejido más amplio de relaciones. Las formas más nobles de la amistad, residen en corazones que se dejan completar. La pareja y el amigo son para abrir el corazón en círculos, para volvernos capaces de salir de nosotros mismos hasta acoger a todos (Fratelli tutti, 89). Evaluemos: ¿Son las paredes de mi casa un límite para mis sueños y mi vocación? ¿Me he sentido llamado a cuidar de otros fuera de mi círculo familiar o de amigos? ¿He hecho o tratado de hacer algo por alguien desinteresadamente durante esta pandemia? ¿He experimentado la alegría de dar generosamente (cfr. Hch 20,35)?  ¿He visto a la Iglesia ayudarme a ser más solidario? ¿Vivo en el mundo como una casa común? ¿Me siento parte de la gran familia humana?”