DOMINGO V  T.O. (Ciclo B) Mc. 1, 29/39

- Tanto en el Evangelio del pasado Domingo, como en este, Jesús se refiere a las actuaciones del Demonio. ¡Poco, creo yo, que hablamos los predicadores del Demonio! Y conviene recordar que, contra las verdades de Fe de nuestro Credo, se puede atentar de dos maneras:

       - Negando alguna verdad que pertenece al Depósito de nuestra Fe.

       - O, silenciando, no hablando nunca de alguna de estas verdades.

   El Demonio.

- Fiándonos de Cristo, el Demonio no es un ser imaginario, fruto de nuestra fantasía. Una especie de “coco” para personas mayores.

- El Demonio existe. Es un ser real. No es, por supuesto, ese personaje, con rabo y cuernos, con el que a veces nos lo presentan, pero sí es un ser real. Son espíritus, con una determinada capacidad de influir negativamente sobre nosotros,  (hasta donde Dios se lo permite) y que proceden, de los Ángeles condenados por rebelarse contra Dios, a los que Cristo se refiere, además de en este Evangelio, en otras ocasiones como hablando de la sentencia que recibirán los condenados al fin del mundo:

“Apartaos de mi, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus Ángeles...” Y, también San Pedro, refiriéndose a esta condenación, dirá:   

“Dios no perdonó a los Ángeles que pecaron….” Y en otro lugar nos alerta:      “Estad alerta y vigilad, porque vuestro adversario el Diablo busca una presa que devorar. Resistidles firmes en la Fe”.

    - Es, por tanto, una realidad la existencia y la actuación del Demonio sobre los hombres. Según nos enseña la Iglesia, existen varios niveles de actuación, recogidos en los manuales de ascética cristiana:

    - Las tentaciones. (Que suelen  ser, diríamos, el medio ordinario)

    - La obsesión diabólica (Que son tentaciones más fuertes y persistentes).

    - Y la posesión diabólica, (la del Evangelio de hoy), que es como una invasión del Diablo que enajena a la persona y priva de libertad al poseído.

   

La lucha contra Demonio.

- El cristiano no puede vivir ajeno a esta realidad pero, es verdad que, con la ayuda de Dios, podemos vencer cualquiera de estas tentativas del Demonio porque, como nos recuerda San Pablo: “Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por cima de vuestras fuerzas”. Y San Agustín, lo expresa así: “El diablo es un perro rabioso, atado  a la vera del camino, que sólo puede morder a quienes se le acercan”. Por eso, no abandonemos esa constante vigilancia, recomendada por San Pedro; ni dejemos de poner los medios que recomienda la Iglesia y venceremos estas asechanzas del Enemigo.  G. Soto