DOMINGO
V TIEMPO ORDINARIO CICLO B
EN
LA PANDEMIA HAY QUE SANAR PARA SERVIR.
P.
Emilio Betancur
En las comunidades Pablo
se define así: “He servido al Señor entre lágrimas, con toda humildad” (Hch. 20,19) “Soy servidor de ustedes por Cristo” (Gal
5,13). El Señor es el centro de la vida de Pablo, de ahí su voluntad para
servirle y su libertad para con la comunidad. Desde la experiencia de Pablo el
Nuevo Testamento habla de servicio y siervo en relación con Cristo Jesús. A
veces nosotros hablamos del ministerio como un servicio a la iglesia, diócesis,
parroquia, movimientos pastorales. El ministerio es para servir a la persona de
Cristo y así puede servir a la iglesia. Pablo se debe a Cristo y luego por
medio de él a todos. Por el amor que Cristo tiene a Pablo le impone la
obligación de anunciar el evangelio. Pablo piensa que, si fuera por su sola
iniciativa, tendría que estar ya satisfecho. “¿Cuál será entonces mi
satisfacción? Pues anunciar gratuitamente el evangelio, renunciando a los
derechos que él me da…” “por eso siendo libre ante todos me hice esclavo para
ganar a todos los que pueda, para participar yo también en sus bienes” (segunda
lectura).
Siguiendo a Pablo el
evangelio de Marcos describe una jornada completa de evangelización de la
mañana a la noche curando y orando; con Santiago, Juan, Andrés, Simón; su
suegra que estaba en cama con fiebre, posesión diabólica. “Jesús se le acercó,
y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre, signo
de la muerte, y se puso a servirles, signos de resurrección que superan la
sacralidad del sábado y amplían la comunidad de discípulos para predicar y
sanar. (evangelio)
La pandemia ha sacado a
la luz las fiebres del egoísmo, la inequidad, la suficiencia, la búsqueda sin
descanso de dinero; la incertidumbre puede ser sanada por Jesús cuando
permitimos que entre a nuestra casa, bien sea al hogar o la empresa para
tomarnos de la mano, levantarnos y dejarnos en paz como condición de servir.
“Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré
descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde
de corazón y hallaréis descanso para vuestra vida; porque mi yugo es suave y mi
carga es ligera”. También nosotros sanamos cuando una mano amiga nos cubre con
la mano solidaria. Es posible en cualquier momento empezar a vivir de cero,
mediando la presencia de Jesús para darnos una vida más feliz, más profunda y
con mayor sentido.
El grito que contiene
este texto del libro de Job (Jb 7,1-4,6-7) a pesar de
haber pasado tantos siglos es un grito singularmente moderno, provocativo, no
apto para conformistas. Es difícil leerlo sin sentirse interpelado y es difícil
comprenderlo si no se toma partido. El autor es un genio anónimo que vivió
probablemente después del destierro, que se ha alimentado en el rezo de los
Salmos y ha conocido la obra de Ezequiel.
El libro de Job es un
libro de sabiduría y aunque el héroe no ha existido está presente como
experiencia vital de mucha gente, sobre todo está en el corazón de los que
sufren, es decir de todos pues de alguna manera y en no pocos momentos del
sufrimiento por la pandemia ha tocado su vida. A pesar de todo, él esperaba que
por ser creyente hubiera justicia y pudiera ser escuchado y comprendido. Job
sufrió los rigores del sufrimiento físico, sicológico y moral, la angustia de
morir, pero sobre todo el horror de vivir, no sabía que podría ser peor o la
incomprensión de sus amigos o el silencio de Dios. Sus amigos pensaban que el
sufrimiento era un castigo debido al pecado, pero Job aseguraba que él no había
pecado. El problema grave de Job es que siempre le ha hablado y suplicado a
Dios, pero no le ha permitido hablar, aunque Dios reconocía que había hablado
bien de Él. Restablecidos del sufrimiento por medio de la fe podemos cantar el
Salmo que el mismo Jesús pone en boca de la Iglesia en la Liturgia: “Alabemos al
Señor nuestro Dios; porque es hermoso y justo alabarlo. El Señor sana los
corazones quebrantados y venda los heridos, tiende su mano a los humildes y
humilla hasta el polvo a los soberbios grande es nuestro Dios todo lo puede, su
sabiduría no tiene límites” (Sal 146). Un aspecto fundamental de la
evangelización, sobre todo hoy, y que la hace nueva, es la predicación que toca
en profundidad el sufrimiento de la gente. Este es una de las buenas razones
para retornar a Pablo y leer a Job.