UN LEPROSO ANTE JESÚS
Domingo 6º del Tiempo Ordinario. B.
14 de febrero de 2021
“El enfermo de lepra andará con la
ropa rasgada y la cabellera desgreñada, con la barba tapada y gritando:
¡Impuro, impuro! Vivirá solo y fuera del campamento” (Lev 13,45-46). Estas severas
normas del libro del Levítico imponen a los leprosos un riguroso aislamiento, con
el fin de evitar el contagio.
Tanto la impureza como la limpieza
son entendidas a la vez en sentido higiénico y en sentido ritual. La lepra no
era un pecado, pero requería un rito de purificación y de limpieza (Lev 14,2).
El salmo responsorial traduce a términos morales aquella situación: “Dichoso el
que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado” (Sal
31,1-2).
Evidentemente, la lepra puede ser
vista como un símbolo. También en las comunidades cristianas hay que evitar el
contagio del mal. Así lo pide san Pablo a los corintios: “No deis motivo de
escándalo ni a judíos ni a giegos, ni a la Iglesia de Dios” (1 Cor 10,32).
EL DIÁLOGO
En el evangelio
que hoy se proclama aparece un leproso (Mc 1,40-45). En contra de las normas
establecidas, se acerca a Jesús, cae de rodillas ante él e inicia un diálogo que
es una verdadera catequesis sobre la confianza del enfermo y la compasión del Señor.
• “Si quieres, puedes limpiarme”. En el Antiguo
Testamento, el pecador se dirigía a Dios pidiéndole la limpieza del corazón.
Así lo atestigua el salmo: “Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por
dentro con espíritu firme” (Sal 51,12). La súplica del leproso es, a la vez una
confesión de fe. De él aprendemos a dirigirnos a Jesús confiadamente.
• “Quiero, queda limpio”. El texto nos revela además
la voluntad de Jesús, que quiere nuestra salud y nuestra limpieza integral.
Pero según él, lo importante es limpiar el corazón, del que nacen todos los
males que contaminan al hombre (Mt 15,18-20). La misericordia de Dios y la
fuerza que nos llega a través de Jesús pueden limpiarnos del pecado.
Aquel hombre enfermo y marginado se ha convertido para
nosotros en un modelo de oración. Tanto las personas como las instituciones
haremos bien en dirigirnos a Jesús con la súplica que hemos aprendido del
leproso: “Si quieres puedes limpiarme.”
Y TRES ACTOS
Como en muchas obras de teatro,
este relato evangélico nos ofrece una representacion en tres actos.
• En el primer tiempo, Jesús siente compasión
por el leproso que se acerca hasta él y le suplica que lo limpie. A pesar de
todas las prescriciones legales que habían sido transmitidas fielmente por su
pueblo, Jesús extiende su mano y le toca. El texto subraya que la lepra
desapareció inmediatamente.
• En un segundo tiempo, Jesús pide al
leproso que no divulgue su curación y que acuda al sacerdote para obtener la
purificación. Al parecer, Jesús quiere pasar inadvertido por ahora. Y, por otra
parte, la declaración del sacerdote es la condición necesaria para que el
leproso pueda insertarse de nuevo en la sociedad.
• En el tercer tiempo, asistimos a
un resultado que anticipa la evangelización. Cuando se ve curado, el que había
sido leproso, se va pregonando a gritos el hecho de su curacion. Es verdad que
Jesús trata de ocultarse y andar por lugares solitarios. Sin embargo, el texto
afirma que “aun así, acudían a él de todas partes”.
- Señor Jesús, nosotros sabemos que tú te compadeces
de nuestra lepra y de nuestra soledad. Que nuestra propia debilidad nos impulse
a ignorar la presión social y acercarnos a ti confiadamente. Solo tú puedes
limpiarnos. Ten piedad de nosotros. Amén.
José-Román
Flecha Andrés