D O M I N G O  VI  (B)  (Marcos, 1, 40-45)

 

Una vez más el Evangelio nos muestra la presencia de un enfermo, en este caso de un leproso, que acude a Cristo para ser curado.

Quisiera haceros caer en la cuenta de que, este leproso que acude a Cristo para su curación, mirado desde la Fe, puede ser una viva imagen de cualquiera de nosotros!

Nuestra vida, como la carne de aquel leproso, está también enferma, debilitada y, por eso, experimentamos ese “aguijón de la carne”, - en expresión de San Pablo-, que nos impulsa:

 - Al orgullo.

 - A la vanidad.

 - Al egoísmo.

 - A la soberbia.

 - A la pereza.

 - A los placeres desordenados.

      ¡Cuántas veces hemos sentido, como San Pablo, “llevar metida en nuestra carne como una espina” y, nos han entrado ganas de gritar con él: “cuándo, me veré libre de este cuerpo de muerte, Señor, que me impulsa a hacer el mal que no quiero y me impide hacer el bien que yo quisiera   …!”

 

UN PRIMER PASO PARA CURAR: SER CONSCIENTES DE NUESTRO MAL

 

     Aquel leproso se acerca a Jesús, porque era consciente de su desgracia. Este es el primer paso que nosotros tenemos que dar: reconocer, ser conscientes de nuestro mal, de las “enfermedades del alma” que padecemos.

 

SEGUNDO PASO: ACUDIR A CRISTO.

 

    Y después: “acudir a Cristo”, acercarnos a Jesús que nos espera:                     

             - En el Sacramento de la Penitencia.

             - En el Sacramento de la Eucaristía.

             - En la oración.

 

- La Cuaresma, que tenemos ya a las puertas, es un especial tiempo para acudir al Señor y mostrarle “nuestra lepra”. Y así, también nosotros podremos experimentar aquellas consoladoras y eficaces palabras de Cristo:

      “Quiero, queda limpio”                   Guillermo Soto

                  P R O E M I O       VI  Domingo  T.O. (Ciclo B)

 

            El Evangelio de hoy nos muestra a Jesús realizando una de las muchas curaciones que hizo en los 3 años de su vida pública. Estos milagros tenían una doble intención: ejercer su compasión y dar motivo de credibilidad a los que no creían que era el Hijo de Dios. “Yo hago las obras de mi Padre…, si no creéis en mí, creed al menos por las obras que yo hago”. (Jn. 10, 37-38)

            Pero además , por el paralelismo que hay entre las enfermedades del cuerpo y las del alma; y porque Cristo sigue siendo  el mismo ayer y hoy, (no  ha menguado la mano del Señor” Isaías, 59:1), ¡nosotros también podemos hoy, poner remedio a nuestras…, “parálisis”, “cegueras”, y a la “lepra de hombre viejo” hasta lograr esa “criatura nueva” que Dios quiere ver en nosotros. Eso sí, ¡acudiendo a Jesús con  la misma fe y la misma confianza con la que acudían aquellos contemporáneos suyos!  Guillermo   

           

 

 

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