DOMINGO
I CUARESMA CICLO B
LA
PANDEMIA SI NECESITA DE UNA CUARESMA
En el inicio
de la cuaresma el libro del Génesis, primera lectura y la carta del apóstol
Pedro en la segunda; configuran una revelación progresiva acerca de la barca en
la cual unos pocos se salvaron más “aquello era un presagio del bautismo”. El
relato del diluvio quizá sea lo más antiguo que hayamos podido leer cuando en
babilonia (periodo paleobabilónico S. XVIII A.C)
apareció una leyenda de Atra-Hasis y de Guilgames que narraba un diluvio universal muy parecido con
la narración bíblica, posterior (Gn 8). El de
babilonia se debió al cansancio de los dioses con los hombres, el de la biblia
ocurrió por la infidelidad de éstos con el proyecto original llamado Alianza;
Yahvé perdonó con una nueva alianza, en cabeza de Noé; para no volver a
exterminar la vida con un diluvio, destructor de la tierra. Esta es la alianza
a la que pertenecemos todos los hombres; Dios no esperó a Israel para hacer la
alianza con toda la humanidad. El arco iris coincide con el retorno de la luz
después de las tristezas del invierno (diluvio) y cambió el arco, instrumento
de guerra para castigar la tierra; por un arco que unía el cielo con la tierra,
una poesía ecológica en colores (el arco iris). Noé no era hebreo, habitante de
la frontera entre Turquía y Armenia. El arco iris del diluvio es la posibilidad
que tiene el hombre de restaurar todos los arcos en colores de la vida natural;
orillas distantes en puentes que solo puede recorrer la naturaleza y donde solo
tienen cabida la lluvia con el sol. Mirando el arco iris en el cielo restauramos
los arcos sociales, hacemos puentes y calzadas; y ponemos columnas para formar
una verdadera comunidad abierta de una a otra orilla de la tierra; creando
comunión relaciones más universales; lo que no ha podido hacer la globalización
política con la economía para no originar tanta pobreza. “En el Arca se
salvaron nos pocos; y a los salvados por el arca del diluvio pertenecemos desde
entonces nosotros como presagio del bautismo arca de salvación; con la
distinción que la salvación no consiste ya en limpiarnos de manchas corporales
sino en obtener de Dios la salvación en virtud de la resurrección de
Jesucristo” (segunda lectura).
La pandemia
es una especie de retrovisor que nos ha hecho ver que la vida no es toda plana
sino llena de valles montañas, momentos de paz pero con largos tiempos de
conflicto, con menos avances que reinicios. Es normal, no porque nos vaya bien
o mal, pasadas las alegrías de los triunfos de los buenos tiempos para llegar
al desierto de la duda que al ánimo le siga el desánimo, o a la claridad, la
noche. El desgaste es la tentación más dura de la vida; no sólo el físico,
también el afectivo; y todo con un denominador común: la incertidumbre que no
siempre esta desprovista de un poco de esperanza porque ahí está Dios, quien
nos lleva a pasar del diluvio al bautismo; que nos da la salvación de la
epidemia a los que están en la paz del cielo y a nosotros los sobrevivientes;
en virtud de la resurrección, transformación, de Jesucristo quien pasó de la
muerte a la vida nueva. ¿Qué dimensiones políticas, económicas, sociales,
particulares o profesionales, de género o de culturas, seculares o religiosas
se están debilitando en el mundo de hoy por el coronavirs,
para que Jesús diga: “el plazo, tiempo, se ha cumplido”, ya llega el Reino de Dios,
vuelvan a Él y crean en el evangelio”? (evangelio). Es un regalo de Dios por
medio del Espíritu que podamos discernir en esta pandemia la necesidad de
conversión para ser mujeres y hombres nuevos haciendo mejores a los otros.
Conversión no son las obras que yo hago para llegar a Dios, tampoco el esfuerzo
por no pecar en cuaresma, ni el propósito de ser bueno o de seguir mejorando.
Conversión es la obra más maravillosa que Dios pueda hacer en el corazón del
hombre; a condición de permitirle que lo haga; y no poner el mayor obstáculo
para que Dios actúe en nuestro egoísmo. La conversión es un éxodo para permitir
al Espíritu que oriente el corazón hacia donde vive Dios, en los Otros, con el
fin de servirles. Esa es la gracia de la conversión, nunca un esfuerzo
personal. El éxodo empieza cuando por el bautismo le entregamos o reiteramos al
Espíritu que el corazón de piedra lo cambie en corazón de carne más compasivo,
humano y solidario. La Cuaresma nos sirve para estar más atentos a los grandes
riesgos del momento: ser más egoístas por el confinamiento, la auto suficiencia
que nos lleva a ser excluyentes, el cuidado exagerado de muestra vida personal,
familiar y social que origina inequidad, el poco cuidado con nuestro interior
para aparentar ser fuertes solo en lo exterior y prolongar la angustia de la
verdad. Para el interior se requiere una buena dosis de palabra y oración.