DOMINGO II CUARESMA CICLO B

P. Emilio Betancur

DEL TABOR A LA LLANURA

 

Si el Tabor fue una experiencia del Resucitado a renglón seguido nos interesa saber de cual tipo de experiencia se trata y para que puede servirnos. Porque decir simplemente experiencias, en tiempos de pandemia las negativas son más que las positivas y agradables. Basta sentir nuestros cansancios, angustias, sobresaltos e incertidumbres en todos los aspectos del diario vivir: la alimentación básica, el estudio, la vivienda, la salud y el empleo. Hoy no deja de ser un sufrimiento la pobreza moral de las “redes sociales”, por el derecho a una información sin discernimiento ¡quien ha dicho que el mal tiene criterio! Lo cierto es que quien recibe un video de violencia y lo pasa a un tercero se está conociendo así mismo antes de irrespetar al otro y a quien quiera juzgar. La identidad está en no leerlo ni pasarlo. ¿Qué ocurrió en el Tabor como propuesta que nos pudiera ayudar en tiempos de pandemia, mayor egoísmo e irresponsabilidad con los demás? En el Tabor la Palabra de Dios originó un encuentro entre personas, orígenes y tiempos diferentes: Pedro, Santiago y Juan, luego Elías y Moisés para darnos un mensaje: “Este es mi Hijo amado, escúchenlo” (evangelio). Cuaresma es un tiempo oportuno, (un kairós) por ser tiempo de Dios para escucharlo y saber que quiere de nosotros: Amar y escuchar al resucitado con el amor de Dios. Este ejercicio lo llamamos Tabor.

 

Pedro fue egoísta e incapaz de escuchar al Resucitado cuando pidió que la experiencia del Tabor continuara en una tienda de campaña para descansar con Jesús, Santiago, Juan, Elías y Moisés; dando por sabido que también lo invitarían a él. Los del Tabor piensan que han encontrado a Dios en el Cristo Resucitado y transfigurado, queriendo descansar con Él; al margen de los problemas de la gente en la llanura; sin percatarse que el “Escúchenlo” se podría referir al sufrimiento que estaba en la sima; un padre con su hijo epiléptico culpa de un demonio mudo (9,14-28). Al bajar se encontraron con los nueve discípulos y los escribas impotentes. Ante la súplica Jesús utiliza con el hijo epiléptico los mismos signos de resurrección: “le ordenó al espíritu sordo y mudo salir de él, lo tomó de la mano y lo levantó diciendo: Esta clase de espíritus salen solo a fuerza de oración”. (evangelio). Así unía a la contemplación la misión y concretaba en la misión la contemplación.

 

Con Isaac le cumplió Dios la promesa a Abraham; en Isaac reposan todas nuestras esperanzas; y desde Abrahán tenemos la certidumbre de creer. De Abraham y el Padre del Paralítico somos hijos todos; y de Isaac y el hijo epiléptico todos hermanos por ser salvados en la fe; Así lo corrobora Pablo: “Hermanos: Si Dios está a nuestro favor, ¿quién estará en contra nuestra? El que no escatimó a su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros ¿cómo no va a estar dispuesto a dárnoslo todo, junto con su hijo? ¿quién acusará a los elegidos de Dios? Dios mismo es quien los perdona; Jesucristo que murió, resucitó y está a la derecha de Dios para interceder por nosotros. (segunda lectura).

 

Después de la experiencia del Tabor no esta permitido prorrogar las estancias como oasis porque vamos a la tierra prometida pasando por la llanura. Ni siquiera en el monte de la revelación está permitido prorrogar los descansos. Ni tampoco en el monte de la transfiguración donde Pedro quería demorarse: "Señor, bueno será quedarnos aquí" (Mt.17,4). Ni siquiera en la Ascensión, donde los discípulos tienden a prolongar su éxtasis aferrados a una nube que significaba una ausencia. Es necesario que el ángel los amoneste: "Galileos ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? (Hch.1,11).