DOMINGO V DE CUARESMA   (B) (Juan, 12, 20-33)

 

            “Quisiéramos ver a Jesús”

-  Unos griegos que habían acudido a la Fiesta de la Pascua de los Judíos le dicen a Felipe, uno de los discípulos del Señor: “Quisiéramos ver a Jesús”.

    Llama la atención que unos gentiles, paganos y ajenos a la religiosidad de los  judíos,  sientan aquella curiosidad por conocer a Jesús.

    A mí, aquel deseo, aquella aspiración de estos paganos por conocer a Cristo, (por asociación de ideas), me trae a la memoria aquella otra frase, tan comentada, de  nuestro gran San Agustín:

: “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”

-  Y es así: la necesidad de Dios está impresa en el corazón de todo hombre. Hoy también, muchos hombres y mujeres de nuestro entorno, alejados tal vez de la Iglesia, sienten la necesidad de lo trascendente, tienen una aspiración a una felicidad plena y, al no encontrar quien se la muestre, tratan de buscarla por infinidad de atajos y caminos equivocados. Sin palabras, ellos también, como aquellos griegos del Evangelio, están clamando, de alguna manera: “Queremos ver al Señor”.

- Es muy importante tener en cuenta que, por nuestra condición de cristianos, tú y yo tenemos la responsabilidad de ser sus testigos: “seréis mis testigos”,(Hechos, 1,8), se nos ha encargado. Dicho de otra manera: ¡Estamos llamados a mostrar a Dios! Y, habría que preguntarse, ¿por qué escasean tanto los cristianos que respondan a esa exigencia de su vocación de, mostrar a Dios a cuantos le rodean?

 

      -  Posiblemente sea porque muchos olvidan que todos los creyentes, estamos llamados a ser “ misioneros”! Tenemos la misión de mostrar a Jesús y no caer en el error de pensar que nuestra vocación cristiana se limita sólo a unos conocimientos teóricos de Dios, y a unas cuantas prácticas religiosas, olvidando la esencia de nuestra vocación cristiana que no es otra que: vivir y mostrar la vida de Dios en nosotros.

-  Así nos lo dice el Señor (refiriéndose a la indispensable práctica del amor fraterno), reconocerán los hombres la imagen de Dios en nosotros: “En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros

 

-  No olvidemos que, en algunos casos, nuestra vida es el “único libro” donde muchos pueden aprender a conocer a Jesús.           >>>>>>>>>>>

   ¡Que bien lo deja reflejado esta anécdota, fábula o moraleja, (para el caso es igual) que os adjunto.

 

 

Un Capellán ejemplar.

 

Un capellán se aproximó a uno, herido

en el fragor de la batalla, y le preguntó:
+ ¿Quieres que te lea la Biblia?
- Primero dame agua, que tengo sed.

El capellán le dio el último trago de su cantimplora, aunque sabía que no había más agua en kilómetros a la redonda.
+ ¿Ahora?, preguntó de nuevo el capellán.
- Primero dame algo de comer, le suplicó.
El capellán le dio el último mendrugo

de pan que atesoraba en su mochila.
- Tengo frío, fue el siguiente clamor.

Y el hombre de Dios se despojó

de su abrigo de campaña pese al frío que lo

calaba y cubrió al lesionado.
- Ahora sí, le dijo al capellán.

Háblame de ese Dios que te hizo darme

tu última agua, tu último mendrugo,

y tu único abrigo.

Quiero conocerlo en su bondad.

 

¡Cuida cómo vives!

Tú podrías ser la única "Biblia"

que algunas personas puedan leer.

 

¡Que nuestra vida sea una constante respuesta a quienes, tácitamente, nos están reclamando cada día: “Quisiéramos ver a Jesús”.        Guillermo Soto