EL SEPULCRO

Domingo de Pascua, B.

4 de abril de 2021

 

“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo ha puesto”

(Mc 11,9)

 

Señor Jesús, me impresiona la frase con la que María Magdalena da la voz de alarma a tus discípulos. Me parece ver cómo busca nerviosa tu cadáver por los alrededores de aquella sepultura nueva en la que lo habían depositado José de Arimatea y Nicodemo.

Al convencerse de que no podía encontrar tu cuerpo corrió hasta Pedro y Juan. Seguramente necesitaba desahogar su nerviosismo. Y, sobre todo, necesitaba ayuda para seguir buscando.

Te había seguido por los caminos. Y había estado presente junto a tu Madre al pie de tu cruz. Para ella había sido un dolor tener que dejar tu cuerpo en el sepulcro. Pero debía de pensar que allí tenía todavía algo tuyo. De pronto descubría que ni siquiera podría ya tener esa última prenda y memoria de tu vida.

Por otra parte, me conmueve esa referencia a su conocimiento o, mejor a su ignorancia. La frase con la que informa a los apóstoles parece sugerir que María está dolorida, molesta, tal vez enojada, porque alguien ha osado llevar el cadáver de Jesús sin contar con ella, sin informarla de aquella decisión. 

 Me duele pensar que en nuestro tiempo muchas personas no se preocupan ni se inquietan cuando les son arrebatados los signos de tu vida y los recuerdos de tu paso por la tierra. Hemos perdido la sensibilidad ante estos latrocinios. Nos han arrebatado la memoria de tu enseñanza y de tu amor y permanecemos impasibles.

Esa aparente tranquilidad nos delata. Hemos conocido algo de tu vida y de tu doctrina, pero no te hemos amado. No se nos desgarra el alma al ver que ya hemos perdido la última reliquia de nuestra relación contigo.

Sin embargo, sabemos que, cuando menos te esperamos, tú sales a nuestro encuentro y nos ofreces las pruebas de la vida que no soñamos. Tú vives. Vives para siempre. Vives y nos pides que seamos testigos de tu vida y mensajeros de tu mensaje. Como María de Magdala.

 

José-Román Flecha Andrés