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ADVIENTO
Lo que diremos aquí del adviento, será sólo referirnos a su carácter. Así,
pues, considerado a través de la Liturgia, el Adviento, por lo mismo que recoge las
ansias e inquietudes de las pasadas generaciones y los entusiasmos y regocijos de
las nuevas ante la venida del Salvador, es una mezcla de luz y de sombra, de
alegría y de tristeza, de angustiosa incertidumbre y de seguro bienestar. Y este
doble aspecto se descubre a cada paso en los textos de la Misa y del Oficio, y
también en algunos detalles exteriores de la Liturgia.
La tristeza está más bien dibujada en algunos rasgos exteriores del culto,
como son: el empleo en los domingos y ferias de Adviento, de los ornamentos
morados; la supresión de los floreros, del órgano, del “Gloria in excelsis”, del “Te
Deum”, y de las bodas solemnes.
Todos estos son indicios indudablemente, de alerta preocupación y tristeza,
comunes al Adviento y a la Cuaresma, pero el objeto de uno y otro período litúrgico
los diferencia radicalmente, como bien lo manifiesta el uso diario, en Adviento, del
festivo aleluya, nunca permitido en Cuaresma. El carácter de penitencia, que
algunos recalcan por demás, le vino al Adviento, en el siglo VII, de la influencia del
ayuno monástico, no de su propia esencia y espíritu. Pues de suyo lo repetimos,
es una temporada de recogimiento y de santa y confiada expectación.
La iglesia en este tiempo de adviento nos invita, pues, a preparar el camino,
a estar atentos a la llegada de Jesús. El calendario litúrgico nos indica que
“Adviento” significa venida, espera o llegada y es un período litúrgico que abarca
cuatro semanas. Su fin es celebrar la venida del Señor, tanto en su aspecto
histórico como escatológico; es decir, la venida de Cristo en gloria y majestad
(Profetas Isaías y Miqueas). Para llevar a cabo esta preparación tenemos cuatro
domingos durante los cuales las lecturas de la Sagrada Escritura nos ofrecen una
pauta a seguir para cambiar nuestros modos de vivir y enderezar los caminos. Por
lo tanto, durante los primeros días las lecturas se enfocan principalmente en la
venida escatológica del Señor, mientras las lecturas al final del tiempo de adviento
profundizan en la venida de Cristo mediante su nacimiento humano.
Fiablemente, decimos que a la luz del misterio de María, la Virgen del
Adviento, la Iglesia vive en este tiempo litúrgico la experiencia de ser ahora "como
una María histórica" que posee y da a los hombres la presencia y la gracia del
Salvador.
La espiritualidad del Adviento resulta así una espiritualidad comprometida, un
esfuerzo hecho por la comunidad para recuperar la conciencia de ser Iglesia para el
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mundo, reserva de esperanza y de gozo. Más aún, de ser Iglesia para Cristo,
Esposa vigilante en la oración y exultante en la alabanza del Señor que viene.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)