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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
Solemnidad. La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María (8 de
Diciembre)
8 de diciembre
La inmaculada Concepción de María
“Nieve y azul, bandera de diciembre. Algo se mueve en medio del adviento.
Se insinúa una brisa, un soplo, un tiento suavísimo... La nieve descendiendo
inmaculada... la nieve en flor y madre de María” (El poeta Gerardo Diego saludaba
la fiesta de hoy con estos versos). Hacemos nuestros estos versos inspirados para
aclamar la gloria del Señor, que vemos cumplida en María, y unimos nuestra voz a
la de los creyentes que durante siglos la han saludado con las palabras del ángel:
“Alégrate, llena de gracia, el Seor está contigo”.
Lo hacemos reconociendo en María la elección especialísima de Dios, y
celebrando a la vez su presencia en nuestra vida y en la vida de la Iglesia. En el
corazón del adviento nos encontramos con la figura entrañable de la Inmaculada
Concepción de María. En este adviento se nos ha pedido que pongamos manos a la
obra de nuestra conversión para llegar a nuestro triunfo. Hay que despertar, pues,
de nuestra indolencia, de nuestra indiferencia o de nuestra desesperanza, porque
nos parece que todo va a seguir igual, que nada va a cambiar... y que no vale la
pena hacer ningún esfuerzo. Y a pesar de todo se nos proclama este mensaje del
adviento: ¡Despierten y vigilen!
La figura de Juan el Bautista surge en el adviento, interpelándonos, para que
nos convirtamos: “preparen el camino del Señor, allanen sus senderos, porque el
Seor está cerca”. No hay tiempo que perder. Juan recorri el desierto, predicando
un bautismo de conversión, para llegar al perdón de los pecados. Las gentes de
aquella época le preguntaba: “¿Qué debemos hacer? El respondía: el que tiene dos
túnicas, dé una al que no tiene, y el que tiene alimentos que haga lo mismo”.
Hoy todos los cristianos preguntamos también a la Iglesia: ¿Qué debemos
hacer?. Y la respuesta nos la da la Iglesia con esta fiesta de la Inmaculada
Concepción de María. Ella es el modelo de todo cristiano para que Dios nazca, para
que Dios se encarne en el corazón del hombre, en tu corazón.
Madre de Jesús se vio libre por ello, desde el primer instante de su concepción,
de todo pecado, y confirmada en “gracia” para el resto de sus días mortales. María
es, pues, la imagen ideal de lo que es ser hombre, persona humana. Es un anticipo
de la condición terminal, cuando el ser humano llegue a su fin, que Dios otorga a
todo salvado. Es lo que por designio de Dios estamos llamados todos a ser y para
cuya consecución se nos ha dado 1) la Palabra, 2) los Sacramentos, y 3) el Espíritu
Santo. Así nos lo afirma el apóstol San Pablo en su carta a los cristianos de Éfeso:
“A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según
su beneplácito”.
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Lo primero, pues, en el hombre no es el pecado y la muerte, sino la justicia de
Dios y la salud permanente. “El nos ha destinado en la persona de Cristo por pura
iniciativa suya a ser sus hijos”. Por singular gracia, en María se cumple este
proyecto divino sin menoscabo alguno de pecado. En nosotros, el logro de esta
meta, comporta una previa conversión y el abandono de nuestras infidelidades, a
fin de compartir en la salvación lo que debería haber sido nuestro patrimonio diario
en la tierra. Para que esta salvación gratuita de Dios entre a raudales en nuestra
vida y ser inmaculados como Ella, María, nuestro modelo, hay que abrir las puertas
de esta misma vida, hay que convertirse.
¿Qué debemos hacer? Vernos en Ella, como en un espejo. Y en Ella, ¿qué
vemos?: su misericordia y su justicia, que mira por los marginados, los pobres, los
necesitados: 1. Necesitada estaba Isabel, mujer ya mayor, que iba a ser madre por
la primera vez y allí fue aprisa; 2. Algo pobres eran unos novios, que se casaban en
Caná de Galilea y no tenían vino suficiente para invitar a los comensales y forzó a
su Hijo a adelantar la hora de su manifestación, como la mejor intercesora; 3.
Angustiado andaba su Hijo en la hora de su muerte y presente estuvo al pie de la
cruz.
Esto hizo. Y ¿qué hago yo por los pobres, los necesitados, los marginados, por
los que se ahogan en sus angustias, en sus miserias, en sus soledades materiales,
espirituales? ¿Qué debemos hacer? Ser sencillos y humildes como Ella, que dejando
de lado sus razonamientos, planes y proyectos, puso en Dios toda su confianza, le
dio un cheque en blanco: el de su vida. En tu vida y en este mundo que nos toca
vivir hay muchas cosas que no entendemos, hay situaciones que no
comprendemos. Te extrañas y asustas a veces de ti y de los demás. Por ello, a
veces también, dudas de Dios, porque parece que Dios está dormido y hasta en
otras ocasiones, llegas a dudar de si realmente existe, cuando ves que la maldad y
la perversidad gobiernan y son dueñas del mundo. Preguntémonos:
¿verdaderamente amo a Dios ciegamente, locamente como María? Porque,
entonces, dirás sí, como María, a pesar de todos los pesares y serás Navidad,
porque en tu corazón no hay mancha de desconfianza, ni de dudas, sino sólo
amores: “corazones partidos, yo no los quiero. Y si le doy el mío, lo doy entero”,
que dice la copla. Que Ella, en esta Eucaristía, sea la mediadora, que con su
ejemplo nos ayude en este adviento a llenarnos de “gracia”, para entrar más
adentro de este gran misterio y encarnarnos en la Encarnación.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)