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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
Día 4 de Enero
Salmo 97
Los salmos nos muestran del alma agradecida y admirada ante su Dios.
Muestran una experiencia profunda de Dios, de un Dios sentido en el fondo del
alma: su ayuda se ha dejado ver en cada paso, se ha recibido toda su solicitud y su
providencia, se ha sentido siempre su presencia.
Los himnos a Dios cantan su grandeza, su actuación, su reino. Los salmos
partiendo de la experiencia histórica del pueblo de Dios, extiende su campo de
alabanza a todos los pueblos y naciones, invitando incluso a los seres celestes
(ángeles) y a la naturaleza toda: tierra y mar, árboles y ríos, a sumarse a esta
alabanza grandiosa al Dios del universo, de la historia y de la salvación, cuyo juicio
dará la recompensa a sus elegidos y permitirá un nuevo orden de cosas. Su
victoriosa actuación le hace superior a todos los dioses y fuerzas del universo y le
da dominio sobre todas las naciones.
El nombre del Señor es el centro del Salmo, que hemos venido escuchando
en estos tres últimos días. Dios actúa en la historia y al final juzgará al mundo y a
los pueblos. En este contexto, juzgar significa también gobernar, instaurar la
justicia, el orden y la paz en los pueblos y en cada hombre. Esto es lo que el Señor
trae consigo, lo que implantará definitivamente en todo el orbe. Es también el
motivo por el que se le invoca y alaba desde todas partes y con todos los medios.
En la perspectiva cristiana, esta realidad ha comenzado ya en Cristo, en el
cual “se revela la justicia de Dios” (Romanos 1, 17) y, por eso, el creyente puede
entonar ya ahora el “canto nuevo” del universo y la humanidad entera redimida por
Cristo.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)