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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
Día 10 de Enero
Salmo 71, 2, 14-15.17
El Salmo 71 concluye, en su redacción original con una aclamación en honor
del rey-Mesías (Cf. v. 15-17). Es como una trompeta que acompaña un coro de
auspicios y buenos deseos dirigidos al soberano, a su vida, a su bienestar, a su
bendición, a la permanencia de su recuerdo en los siglos.
En el rostro de este rey-Mesías la tradición cristiana ha intuido el retrato de
Jesucristo. En su Comentario al Salmo 71, san Agustín hace una lectura en clave
cristológica en la que explica que los indigentes y los pobres a los que Cristo sale en
su ayuda son “el pueblo de los creyentes en Él”. Es más, recordando los reyes
mencionados precedentemente por el Salmo, aclara que “en este pueblo se
incluyen también los reyes que lo adoran. No han desdeñado hacerse indigentes y
pobres, es decir, confesar humildemente sus pecados y reconocerse necesitados de
la gloria y de la gracia de Dios para que ese rey, hijo del rey, les liberase del
potente”, es decir, de Satanás, el “calumniador”, el “fuerte”. “Pero nuestro Salvador
humilló al calumniador, y entró en la casa del fuerte, llevándose sus riquezas
después de haberle encadenado; él „ha liberado al indigente del potente, y al pobre
que no tenía a nadie para ayudarle‟. Ninguna potencia creada hubiera podido hacer
esto, ni la de cualquier hombre justo, ni siquiera la de un ángel. No había nadie que
fuera capaz de salvarnos; por eso vino Él, en persona, y nos salvó”
Dios quiere seguir amando a sus hijos y quiere manifestarles su amor
providente por medio nuestro. Entonces seremos motivo de bendición para los más
desprotegidos. Pero sobre todo, seremos ocasión de que quienes reciben de parte
nuestra una participación de los bienes que nos vienen de Dios, bendigan al Señor
por sus beneficios.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)