¡DIFICIL PAPELETA! ¿QUÉ ES DE QUIÉN?
Por Javier Leoz
Donde no llega la razón, llega el corazón. Donde no llegues tú, llegaré yo. Y,
cuando leo estas letras, me preguntó por qué a veces es tan difícil combinar fe e
ideas, política y religión, el cielo con la tierra, lo humano con lo divino. ¿Hasta
dónde puede llegar la fe? ¿Hasta dónde pretenden llegar aquellos que solamente
juzgan y se rigen por la razón o la ideología de la que, siempre, queda alguien al
margen?
1.-Cuántas situaciones de injusticia se evitarían si, por ejemplo, la moral iluminase
ciertas actuaciones que las damos como insignes conquistas del mundo moderno
cuando, a la corta o a la larga, comprobaremos que son decadencia ¿Es intromisión
denunciar que la humanidad, en más de una ocasión, se autodestruye cuando
legisla en contra de la dignidad del propio ser humano?
-Dar al César, lo que es del César, no siempre implica quedarse al margen de
aquello que consideramos negativo para un progreso bien entendido. ¿No sería más
bien cobardía o falta de valentía a la hora de defender unos criterios que
consideramos válidos, esenciales e irrenunciables para nuestro futuro?
-Dar al César, lo que es del César, no es decir “amén” a todo lo que el poder
establecido nos mete hasta los tuétanos y, normalmente, en contra de los más
desfavorecidos.
-Dar al César, lo que es el César, es saber que, la Iglesia, no es una institución
política –ni mucho menos- pero que no puede ni debe vivir al margen de lo que
gime en su interior: su ser profético que le empuja a denunciar cuando se rebasan
ciertos límites, y a anunciar que, la última instancia a la que debemos someternos,
es precisamente Dios.
2. Ser buen cristiano no significa vivir divorciados de las instancias donde se cuecen
los destinos del mundo. Hoy hay diversas corrientes en las que se proclama aquello
de “la Iglesia en la sacristía” “la fe es un ámbito privado” “en la calle hay que ser
ciudadano, no cristiano”.
Ante estas soflamas no cabe sino, recordar, que la fe es un derecho público y
privado, personal y comunitario, social y no marginal. Como personas, hemos de
ejercer libremente nuestro ideario cristiano sin miedo a ser tachados de
entrometidos. Qué gran perjuicio, para el Evangelio, para la Iglesia y para la
sociedad misma, si –nuestro cristianismo- lo redujéramos a ser eso: buenos
ciudadanos. No nos hemos bautizados para ser los necios del mundo. Más bien al
contrario; nuestro bautismo nos empuja a salar aquellas situaciones que requieren
un punto de verdad o de ilusión, de alegría o de justicia, de dignidad o de equidad.
Pero ¿qué ocurre cuando la Iglesia hace, dice o evidencia todo esto? Que escuece y
se pretende silenciarla. Nunca, un paciente que se acerque a un médico, le criticará
por el hecho de que estudie, cure y sane sus heridas. Al contrario, aunque le duela,
sabe que en ello se le va la vida.
3.- Aquí está el término medio. La sociedad tiene sus propias normas pero, sus
legisladores, no son perfectos y por lo tanto tampoco muchas de las cosas que
dicen, hacen o estampan en cuño de ley. Y, cuando la Iglesia alerta de ciertos
excesos no es por intrusión (ni mucho menos) sino porque, en la herida, se puede
desangrar el futuro de una sociedad caprichosa, hedonista donde vence el fuerte,
sufre el pobre y el “césar” (por sus deliberaciones o actuaciones) se marcha de su
palacio ajeno al sufrimiento producido en su pueblo.
¿Difícil papeleta el saber hasta dónde entramos unos y hasta donde han de entrar
otros? Tal vez. Lo que nunca debemos hacer como cristianos es eso….conformarnos
con ser buenos vecinos. En todo caso intentar por encima de todo ser buenos
cristianos. Aunque a más de uno le duela. ¡Qué se va hacer! ¡O somos cristianos o
no lo somos!
4.- ¿CSAR…..O TÚ, SEOR?
Cuando confundo lo divino con lo humano,
y me quedo sólo con lo segundo
Cuando, volcado de lleno en lo superficial,
olvido que Tú existes desde los mismos inicios de mis días
Cuando, escuchando tu Palabra,
me quedo con aquellas escritas por el presente
Entonces, Señor, sólo entonces
me doy cuenta…que sirvo demasiado al “césar” de este mundo.
Cuando pretendo una iglesia desarraigada y no profética
alejada de todo compromiso.
¿CSAR…..O TÚ SEOR?
Cuando dedicado al intercambio de moneda
no veo que, la mayor, riqueza soy yo:
como persona y como hijo tuyo
como llamado a la vida y a la gracia
a la santidad, a la sencillez y a la adoración en tu presencia
Cuando, pendiente de lo que acontece a mi alrededor
te doy las migajas de unos minutos de oración
o las prisas de una misa rutinaria
Cuando, soñando con ser grande
dejo de lado aquel cielo en el que, para entrar, he de ser pequeño
¿CSAR….O TÚ SEÑOR?
Que no me olvide, oh Señor, que Tú eres el centro de todo
Que no me olvide, Señor, de orientarme desde Ti y contigo
Que no me olvide, Señor, que –el cielo y la tierra-
son todo obra de tu mano
Que no me olvide, Señor,
que entre los “césares” que intentan manipular mi conciencia
sólo Tú, Señor, tienes derecho a entrar en ella.
Amén.