XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
RESPONSABILIDADES CIVILES, SOCIALES Y TRASCENDENTES
Padre Pedrojosé Ynaraja
El denario era una moneda romana de uso generalizado. Fue siempre de plata, en
diferentes tiempos y en diversas cecas, pero tuvo en común que en el anverso
aparecía la efigie de una simbólica Roma, o, más comúnmente, del emperador. Su
peso osciló entre poco más de dos gramos y algo menos de cinco. Pese a ser
romana, era admitida por las diferentes culturas, algo semejante a lo que ocurre en
la actualidad con el dólar. En tiempos de Jesús, según parece, el denario era la
remuneración diaria de un trabajador no especializado. Debido a la variedad de
épocas y lugares de procedencia, quedan muchos ejemplares en museos y manos
de coleccionistas. Sin serlo yo, conservo tres monedas de este valor, procedentes
de troqueles diferentes y, cosa curiosa, uno de ellos es una burda falsificación de
aquellos tiempos, acuñado también en plata, de la misma ley que los auténticos.
El episodio que nos narra el evangelio de hoy es serio y chusco, mis queridos
jóvenes lectores. El Señor, aparentemente, no tenía escapatoria. La pregunta era
un solemne jaque mate, según ellos creían. Pero la astucia del Maestro supera a la
malicia de los que le acosan. En aquel tiempo, como por desgracia continúa
ocurriendo con frecuencia ahora, los políticos no se avergonzaban de, aun siendo
contrarios, aliarse entre ellos para ir contra un enemigo común. Herodianos y
fariseos discrepaban en muchas cosas, pero coincidían en odiar a Jesús.
Si contestaba que, como buen patriota judío que era, uno no debía doblegarse a la
autoridad ocupante, que exigía injusto tributo, de inmediato sería denunciado al
gobernador y condenado por revoltoso. Si aceptaba avasallarse a los romanos,
quedaría desacreditado ante el pueblo, que lo escuchaba embelesado. En este
episodio, ya os lo he dicho, no es preciso acudir a poderes divinos del Señor, mis
queridos jóvenes lectores. Como buen semita, Jesús era astuto y gracias a esta
cualidad encuentra de inmediato solución.
Aplicando sus enseñanzas a realidades de hoy, debéis reconocer que con la
respuesta declara que Él ha venido a cumplir una misión que es encargo de su
Padre. Que la política, como la botánica, la medicina o la agricultura, son cosas
encomendadas por Dios a los hombres, que deben obrar con responsabilidad y
libertad. Pero hay algo más implícitamente contenido en sus palabras. Declara Él,
que si bien existen unos valores que no pretende borrar, hay entre los que son
positivos, una escala, una graduación, una progresión, que no se deben ignorar.
Padre Pedrojosé Ynaraja