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Día litúrgico: 12 de Octubre: Nuestra Señora del Pilar
Texto del Evangelio ( Lc 11,27-28): En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, sucedió
que, una mujer de entre la gente alzó la voz, y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y
los pechos que te criaron!». Pero Él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra
de Dios y la guardan».
Comentario: Rev. D. Josep Miquel BOMBARDÓ (Sabadell, Barcelona, España)
«Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan»
Hoy, con este breve Evangelio, notamos el sabor del pueblo sencillo que —admirado por la figura de
Jesucristo— se expresa de una forma espontánea por boca de una mujer: «¡Dichoso el seno que te llevó y los
pechos que te criaron!» (Lc 11,27). Este piropo que a través de Cristo se dirige a María, el Señor lo acepta
complacido, pero prefiere añadir algo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan» (Lc
11,28).
Se podría decir que se añade una nueva bienaventuranza, la de la Palabra, que constituye al mismo tiempo
un nuevo piropo a María Santísima, esta vez por parte de su Hijo. Porque Ella fue la primera que escuchó y
aceptó la Palabra de Dios en el anuncio del Ángel con su “fiat” incondicional. Su «Hágase en mí según tu
palabra» (Lc 1,38) fue un asentimiento de fe que abrió todo un mundo de salvación. Como dice san Ireneo,
«obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano».
Esta bienaventuranza de la Palabra nos recuerda también aquel otro pasaje evangélico, en el que Jesús llama
familiar suyo a todo el que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica: «Mi madre y mis hermanos son
aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen» (Lc 8,21).
María es Madre de la Iglesia. María es Madre de todos los que sinceramente aceptan la Palabra de Dios e
intentan cumplirla alegremente como hijos suyos. La altura que la Virgen alcanza en la fe, mediante la
escucha y la práctica de la Palabra de Dios, la convierte en un claro ejemplo de fe para el discípulo de Cristo.
La figura de María nos enseña que creer en la Palabra de Dios (escucharla y practicarla) supone un cambio
radical en nuestra vida diaria.
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