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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
III Domingo del Tiempo Ordinario
Martes
Salmo 23
El salmo que hemos escuchado describe indirectamente el ingreso festivo de
los fieles en el templo para encontrarse con el Señor (vv. 7-10). En un sugestivo
juego de llamamientos, preguntas y respuestas, se presenta la revelación
progresiva de Dios, marcada por tres títulos solemnes: “Rey de la gloria; Señor
valeroso, héroe de la guerra; y Señor de los ejércitos”. A las puertas del templo de
Sión, personificadas, se las invita a alzar los dinteles para acoger al Señor que va a
tomar posesión de su casa.
El escenario triunfal, descrito por el salmo en este tercer cuadro poético, ha
sido utilizado por la liturgia cristiana de Oriente y Occidente para recordar tanto el
victorioso descenso de Cristo a los infiernos, del que habla la primera carta de san
Pedro (cf. 1 P 3, 19), como la gloriosa ascensión del Señor resucitado al cielo (cf.
Hch 1, 9-10).
El último título: “Señor de los ejércitos”, no tiene, como podría parecer a
primera vista, un carácter marcial, aunque no excluye una referencia a los ejércitos
de Israel. Por el contrario, entraña un valor cósmico: el Señor, que está a punto de
encontrarse con la humanidad dentro del espacio restringido del santuario de Sión,
es el Creador, que tiene como ejército todas las estrellas del cielo, es decir, todas
las criaturas del universo que le obedecen. En el libro del profeta Baruc se
lee: “Brillan las estrellas en su puesto de guardia, llenas de alegría; las llama él y
dicen: “Aquí estamos”. Y brillan alegres para su Hacedor” (Bar 3, 34-35).
El Dios infinito, todopoderoso y eterno, se adapta a la criatura humana, se le
acerca para encontrarse con ella, escucharla y entrar en comunión con ella. Y la
liturgia es la expresión de este encuentro en la fe, en el diálogo y en el amor.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)