1
Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
III Domingo del Tiempo Ordinario
Viernes
Salmo 50
“Misericordia Señor hemos pecado”. Hemos escuchado el “Miserere”, una de
las oraciones más célebres del Salterio, el Salmo penitencial más intenso y
repetido, el canto del pecado y del perdón, la meditación más profunda sobre la
culpa y su gracia.
El pecado es, por tanto, una desviación tortuosa del camino recto; es la
inversión, la distorsión, la deformación del bien y del mal, en el sentido declarado
por Isaías: “¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por
luz, y luz por oscuridad!” (Isaías 5, 20). Precisamente por este motivo, en la Biblia
la conversión es indicada como un “regresar” al camino recto, haciendo una
corrección de ruta.
A través de la confesión de las culpas se abre de hecho para el orante un
horizonte de luz en el que Dios actúa. El Señor no obra sólo negativamente,
eliminando el pecado, sino que vuelve a crear la humanidad pecadora a través de
su Espíritu vivificante: infunde en el hombre un “corazón” nuevo y puro, es decir,
una conciencia renovada, y le abre la posibilidad de una fe límpida y de un culto
agradable a Dios.
Hazme oír el gozo y la alegría, / que se alegren los huesos quebrantados. /
Aparta de mi pecado tu vista, / borra en mí la culpa.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)