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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
I Semana de Cuaresma
Miércoles
Salmo 50
Nuevamente se nos ha presentado el salmo miserere, ya son tres o cuatro
ocasiones en los que llevamos de la cuaresma.
Si los sustantivos que describen el pecado son abundantes, no lo son menos
los verbos que en imperativo piden la acción de Dios: “borra mi culpa”, “lava mi
delito”, “limpia mi pecado”. Sólo Dios puede realizar eficazmente estas acciones.
Dios cura, salva y hace volver. Dios ha intervenido ya cuando borró en la
cruz el escrito de nuestra acusación. Ahora sí, podemos blanquearnos en la sangre
del Cordero, aunque nuestros pecados sean rojos como la grana. Así nos
preparamos para las bodas definitivas de la Iglesia santa, sin mancha ni arruga.
Si el orante, como suponemos, es “pecador” desde antes de su nacimiento
(v. 7), se impone una actuación profunda de Dios, una acción creadora: “Crea en
mí un corazón puro, rocíame por dentro con espíritu firme” (v. 12): un espíritu
santo que introduzca al orante en la santidad de Dios (en su templo); un espíritu
magnánimo por encima de la estrechez humana (v. 14).
Es el mismo espíritu prometido por Jeremías y Ezequiel, y relacionado con la
nueva alianza. Cuando Dios firmó esta alianza con el hombre, en virtud de la
sangre de Cristo, el Espíritu de Vida fue infundido en la nueva creación (Jn 19,39).
La actividad del Espíritu ha inoculado ansias nuevas en todo lo creado, y
nosotros mismos “gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro
cuerpo” (Rm 8,23). ¡Dios puede hacer de nosotros algo inmensamente maravilloso
e inefable!: Crea en mí un corazón nuevo, puro, para cumplir tus mandamientos.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)