1
Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
Salmo 22
22 de febrero: Cátedra de san Pedro, apóstol
El breve salmo 22 es uno de los más hermosos de la Biblia, siempre actual,
siempre aleccionador, siempre consolador. Su inmortalidad le viene de su sentido
espiritual, de su poesía y de su emoción religiosa.
Es una parábola vivida, fruto de una experiencia de Dios que llegaba hasta la
médula de los huesos del salmista, algo que acercaba en mil años la vida del
Antiguo Testamento a la del Nuevo: tan juntos están los pensamientos del salmo y
el sermón de la montaña. El autor conoce las luchas de la vida, las situaciones
angustiosas, los enemigos, pero conoce también a Dios, al Dios de su fe a quien da
el nombre de pastor.
Jesús debió recitar este salmo con especial fervor. Releámoslo en esta
perspectiva, imaginándonos que lo pronuncia Jesús en persona: “Nada me falta... El
Padre me conduce... Aunque tenga que pasar por un valle de muerte, no temo mal
alguno... Mi copa desborda... Benevolencia y felicidad sin fin... Porque Tú, Oh
Padre, estás conmigo...”. ¿Quién mejor que Jesús, vivi una intimidad amorosa con
el Padre, su alimento, su mesa (Jn 4,32.34)?
Jesús se identificó varias veces con este pastor, que ama a sus ovejas y que
vela amorosamente sobre ellas: “Yo soy el Buen Pastor” (Juan 10,11). La tonalidad
íntima de este salmo, hace pensar en “una oveja”, la única oveja que se siente
mimada por el Pastor: “El Seor es mi Pastor, nada me falta”. Esto evoca la
solicitud de que habla Jesús cuando no duda un momento en “dejar las 99 para ir a
buscar la única oveja perdida” (Mt 18,12). Este mismo clima de “intimidad” evocará
San Juan para hablar de la unión con Cristo Resucitado, retomando la imagen de la
mesa servida: “entraré en su casa para cenar con El, yo cerca de El y El cerca de
mí” (Apocalipsis 3,20).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)