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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
III Semana de Cuaresma
Viernes
Salmo 80
El discurso que se desarrolla en el salmo es sencillo y gira en torno a dos
polos ideales. Por una parte, está el don divino de la libertad que se ofrece a Israel
oprimido e infeliz: “Clamaste en la aflicción, y te libré” (v. 8). Se alude también a la
ayuda que el Señor prestó a Israel en su camino por el desierto, es decir, al don del
agua en Meribá, en un marco de dificultad y prueba.
El Señor invita a su pueblo ante todo a la observancia fiel del primer
mandamiento, base de todo el Decálogo, es decir, la fe en el único Señor y
Salvador, y la renuncia a los ídolos (Cfr. Ex 20,3-5). En el discurso del sacerdote en
nombre de Dios se repite el verbo “escuchar”, frecuente en el libro del
Deuteronomio, que expresa la adhesión obediente a la Ley del Sinaí y es signo de la
respuesta de Israel al don de la libertad. Efectivamente, en nuestro salmo se
repite: “Escucha, pueblo mío. (...) Ojalá me escucharas, Israel (...). Pero mi pueblo
no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer. (...) Ojalá me escuchara mi pueblo”
(Sal 80, 9.12.14).
Sólo con su fidelidad en la escucha y en la obediencia el pueblo puede recibir
plenamente los dones del Señor. Por desgracia, Dios debe constatar con amargura
las numerosas infidelidades de Israel. El camino por el desierto, al que alude el
salmo, está salpicado de estos actos de rebelión e idolatría, que alcanzarán su
culmen en la fabricación del becerro de oro (cf. Ex 32,1-14).
La última parte del salmo (cf. vv. 14-17) Dios expresa allí un deseo que aún
no se ha cumplido: “Ojalá me escuchara mi pueblo, y caminara Israel por mi
camino” (v. 14). Si Israel caminara por las sendas del Señor, él podría darle
inmediatamente la victoria sobre sus enemigos (Cfr. v. 15), y alimentarlo “con flor
de harina” y saciarlo “con miel silvestre” (v. 17).
El Señor quiere obtener la conversión de su pueblo, una respuesta de amor
sincero y efectivo a su amor tan generoso. La liturgia es un lugar privilegiado para
escucha la invitación divina a la conversión, para volver al abrazo del Dios
“compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad” (Ex 34,6).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)