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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
IV Semana de Cuaresma
Viernes
Salmo 33
“El señor no está lejos de sus fieles”; “Los ojos de Dios están puestos en los
justos”, Dios se complace en ellos. Sus oídos están siempre atentos a las peticiones
y a las súplicas de sus fieles. Cuando uno clama a Dios, lo escucha y lo atiende, le
libra de sus angustias, porque el Señor está cerca de los atribulados, de los
abatidos y perseguidos, y él les devuelve la vida y la esperanza. El salmista insiste
en la confianza, en la idea de la pronta intervención de Dios. El justo está bajo las
alas protectoras del Señor y nada le puede afectar.
La maldad conduce al malvado a la perdición. El mal sólo puede crear el mal,
la violencia, la violencia, y no pueden tener otra recompensa que el mal. Otro sabio
del Antiguo Testamento ha escrito: “El que cava una fosa caerá en ella, el que
deshace una pared es mordido por el áspid” (Eccl 10,8).
Y para terminar, en un tono optimista, el autor engloba en el último versículo
la actuación de Dios respecto al justo: Dios lo salva y lo redime liberándolo de todo
peligro; quien se acoge a él no será jamás confundido: la fidelidad del Señor es
eterna, su bondad sobre los justos no conoce el crepúsculo.
El Creador de los corazones es el Señor y el juez de los hombres. Para unos
es una mirada protectora; para otros, amenazadora. Los primeros se han entregado
al Señor, los otros confían en sí mismos. Pero un mismo Señor juzga a unos y a
otros. Ante el conocedor de nuestras intenciones afirmamos nuestra debilidad y su
fortaleza, y esperamos que nuestras vidas sean liberadas de la muerte -la suprema
debilidad- por su infinita misericordia. Esperamos “al Salvador y Señor nuestro
Jesucristo, que reformará el cuerpo de nuestra vileza conforme a su Cuerpo
glorioso” (Fil 3,20-21). Aclamamos a Dios, en nuestra alabanza matutina, porque
ya ahora viene como salvador: “¡Ven, Señor, Jesús!” (Ap 17).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)