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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
V Semana de Cuaresma
Lunes
Salmo 22
El Salmo 23 es uno de los más comentados y orados a lo largo de los siglos,
tanto por la tradición judía como por la cristiana. También es uno de los más
usados en el arte. En las pinturas de las catacumbas se suele representar a Jesús
como un joven sin barba, de pie, con vestido corto y zurrón, con una oveja sobre
sus hombros y la cabeza suavemente apoyada sobre la oveja.
El Salmo desarrolla dos imágenes distintas: en la primera parte, la del pastor
que cuida de sus ovejas (v. 1-4) y en la segunda, la del señor de la casa que acoge
a un huésped (v. 5-6). Sin embargo, nos solemos fijar principalmente en la primera
y, normalmente, es conocido como el Salmo del Buen Pastor. La primera parte está
escrita en tercera persona del singular (el Señor es mi Pastor, me hace reposar, me
conduce, repara, me guía, hace honor), mientras que la segunda está escrita en
segunda persona del singular (tú me preparas, perfumas, tu amor y tu bondad me
acompañan).
El significado último del salmo sólo lo podemos entender a la luz del Nuevo
Testamento: Jesús es la persona que confía en Dios y camina por sus sendas, aún
en medio de las dificultades, hasta entregarse en la cruz. Por eso, el Padre se
apiada de Él y le devuelve a la vida, sentándole a su mesa, introduciéndole en su
Casa. Al mismo tiempo, Jesús es “el gran Pastor de las ovejas” (Hebreos 13, 20),
“el Supremo Pastor” (1 Pedro 5, 4).
“Nosotros éramos como ovejas descarriadas, pero ahora hemos vuelto a
nuestro Pastor y Guardián” (1 Pedro 2, 25). Él es el Pontífice de la Nueva Alianza, el
Camino que nos lleva al Padre, la Puerta de acceso a la Casa de Dios. Él prepara
para nosotros el banquete de su Cuerpo y de su Sangre, verdadero alimento de
inmortalidad.
Su amor es tan grande, que llega a dar la vida por sus ovejas. Con él
podemos atravesar sin miedo el valle de la muerte, porque Él es la Resurrección y
la Vida, Luz que brilla en las tinieblas, Roca que se abre en el desierto para calmar
la sed, Maná que nos alimenta, verdadero Pastor y Rey, que “nos apacienta y nos
conduce a fuentes de aguas vivas” (Apocalipsis 7, 17) y que nos permite habitar en
su casa “por años sin término”.
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El cristiano está llamado a hacer este camino espiritual: dejarse guiar por
Dios “en medio de la noche” y vivir en intimidad con Él, hasta participar en su
banquete, “la cena que recrea y enamora” (S. Juan de la Cruz).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)