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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
I Semana de Pascua
Martes
Salmo 32
“Nuestra alma espera en el Señor”. “En Señor está nuestra esperanza”. En
el cristianismo la esperanza es algo absolutamente esencial. Lo que esperamos es
la revelación de la gloria de Cristo, que implica la revelación de la gloria del
cristiano en la resurrección de los muertos (Jn 17, 24). “Porque se ha manifestado
la gracia salutífera de Dios a todos los hombres, enseñándonos a negar la
impiedad y los deseos del mundo, para que vivamos sobria, justa y piadosamente
en este siglo, con la bienaventurada esperanza en la venida gloriosa del gran Dios
y Salvador nuestro, Cristo Jesús, que se entregó por nosotros para rescatarnos de
toda iniquidad y adquirirse un pueblo propio, celador de obras buenas” (Tit. 2, 11-
14; I Tim. 4, 10; T,t. 3, 7; Hebr. 6, 18-19- 7 19; I Pet. 1, 3, 13). La esperanza
del cristiano se dirige, por tanto, a la existencia celestial (Col. 1, 5), a la vida
eterna (Ti 3. 7).
La Esperanza se dirige también a la protección de Dios en esta vida terrena.
San Agustín dice, que mientras nos hallamos en este mundo, no nos perjudicará el
caminar aquí abajo, siempre que procuremos tener el corazón en lo alto. Al fijar
nuestra esperanza en lo alto, hemos como clavado el ancla en lugar sólido, para
resistir cualquier clase de olas de este mundo, no por nosotros mismos, sino por
aquel en quien está clavada nuestra ancla, nuestra esperanza, puesto que quien
nos dio la esperanza no nos engañará y a cambio de la esperanza nos dará la
realidad. Pues, como dice el Apóstol, la esperanza que se ve no es esperanza. En
efecto, lo que uno ve, ¿cómo lo espera? Si esperamos lo que no vemos, por la
paciencia lo esperamos (Rom 8,24-25).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)