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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
III Semana de Pascua
Viernes
Salmo 116
Este es el salmo más breve. En el original hebreo está compuesto sólo por
diecisiete palabras, nueve de las cuales son las particularmente importantes. Se
trata de una pequeña doxología, es decir, un canto esencial de alabanza, que
idealmente podría servir de conclusión de oraciones más amplias, como himnos. Así
ha sucedido a veces en la liturgia, como acontece con nuestro “Gloria al Padre”, con
el que suele concluirse el rezo de todos los salmos.
El breve himno comienza, como acontece a menudo en este tipo de salmos,
con una invitación a la alabanza, que no sólo se dirige a Israel, sino a todos los
pueblos de la tierra. Un Aleluya debe brotar de los corazones de todos los justos
que buscan y aman a Dios con corazón sincero.
“Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos”: es el
aleluya de todos los pueblos. El salmista, en nombre del pueblo, invita a todas las
naciones a asociarse a las alabanzas a Dios por haber mostrado su piedad y
fidelidad hacia su pueblo.
El poeta considera las voces de todos los pueblos como un gigantesco orfeón
que entona el aleluya en honor del Dios único, especialmente vinculado a los
destinos de Israel como centro de la historia. La piedad y la fidelidad de Dios para
con su pueblo son una prenda de benevolencia para todas las naciones, ya que
Israel constituye como las primicias de todos los pueblos en los planes salvadores
del Dios único.
Señor Dios, a quien alaban todas las naciones y aclaman todos los pueblos,
te pedimos humildemente que tu fidelidad para con nosotros dure por siempre y tu
misericordia alcance todas las naciones. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro
Señor.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)