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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
VI Semana de Pascua
Viernes
Salmo 46 2-3.4-5.6-7
Este salmo aclama a Dios como rey universal; parece oírse en él el eco de
una gran victoria: Dios nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones.
Posiblemente, este texto es un himno litúrgico para la entronización del arca
después de una procesión litúrgica -Dios asciende entre aclamaciones- o bien un
canto para alguna de las fiestas reales en que el pueblo aclama a su Señor, bajo la
figura del monarca.
Nosotros con este canto aclamamos a Cristo resucitado, en la hora misma de
su resurrección. El Señor sube a la derecha del Padre, y a nosotros nos ha escogido
como su heredad. Su triunfo es, pues, nuestro triunfo e incluso la victoria de toda la
humanidad, porque fue “por nosotros los hombres y por nuestra salvación que
«subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre”. Por ello, no sólo la Iglesia,
sino incluso todos los pueblos deben batir palmas y aclamar a Dios con gritos de
júbilo.
El salmo 46 tiene un puesto privilegiado en la liturgia de la Ascensión del
Señor. Por medio de él, la Iglesia celebra el triunfo de Cristo al fin de su vida mortal
y su entrada solemne en el Cielo, después de haber conquistado para nosotros la
Tierra Prometida. El salmo, pues, nos ayuda a asistir al momento culminante de la
Pascua del Señor Resucitado, a su entronización y glorificación.
Ellas muestran hasta qué punto la debilidad se ha convertido en fortaleza, la
mortalidad en eternidad y los ultrajes en gloria. Mientras se elevaba en su
naturaleza humana, comenzó, sin embargo, a estar inefablemente más cercano en
su Divinidad pues, gracias a la fe, ya no era preciso sentir la necesidad de palpar la
sustancia corpórea de Cristo.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)