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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
VII Semana de Pascua
Viernes
Salmo 102
“Bendice al Señor, alma mía, y no olvides sus beneficios…” El salmo 102 se
ha condensado todas las vibraciones de la ternura humana, transferidas esta vez a
los espacios divinos. Desde el versículo primero entra el salmista en el escenario,
conmovido por la benevolencia divina y levantando en alto el estandarte de la
gratitud; salta desde el fondo de sí mismo, dirigiendo a sí mismo la palabra,
expresándose en singular que, gramaticalmente, denota un grado intenso de
intimidad, utilizando la expresión “alma mía” y concluyendo enseguida “con todo mi
ser”.
En el versículo segundo continúa todavía en el mismo modo personal,
dialogando consigo mismo, conminándose con un –“no olvides sus beneficios”. E
inmediatamente, -y siempre recordándose a sí mismo- despliega una visión
panorámica ante la pantalla de su mente: el Señor perdona las culpas, sana las
enfermedades y te ha librado de las garras de la muerte (v. 3-4). No sólo eso: y
aquí el salmista se deja arrastrar por una impetuosa corriente, llena de inspiración:
“te colma de gracia y ternura, sacia de bienes todos tus anhelos y como un águila
se renueva tu juventud” (v. 4-5).
Lo primero que el salmista agradece a Dios es el perdón de sus pecados, el
perdón generoso de Dios. Este perdón lo suelen cantar con frecuencia los salmos:
“Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado”.
Cada uno de nosotros, como personas particulares y como Iglesia, tenemos
todavía más motivos que el poeta-salmista que compuso este Salmo para bendecir
a Dios por su cercanía y su amor.
Cada vez que celebramos la Eucaristía (= bendición, acción de gracias)
estamos ejercitando esta actitud de admiración y alabanza a la que el salmo 102
nos invita. Cada vez que celebramos el sacramento de la Reconciliación
experimentamos el perdón de Dios y la alegría de una nueva vida: la juventud del
águila que remonta de nuevo el vuelo.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)